Marx y Spencer/ Homenaje a Schuster

Con mucho retraso (bueno, dos años) leo un libro en homenaje al maestro Félix Schuster -el gran epistemólogo argentino. El libro se llama "Filosofía para la ciencia y la sociedad," y es desparejo pero interesante, sobre todo para quienes lo conocemos. El libro se encabeza con un tema de Andrés Calamaro (El Palacio de las Flores), en donde, sin conocerlo o recordarlo demasiado, AC lo menciona (refiriéndose al "papá de un compañerito" (Félix Schuster), que cuando a él no le interesaba el fútbol, lo llevaba a ver a Independiente, y a quien luego dejó de ver porque ese padre -Félix S.- fue desaparecido. Calamaro se pregunta si seguirá viviendo.

Luego, aparece un breve y (a su usanza) delicado ensayín de Emilio de Ípola. De Ípola cuenta que conoce a Félix S. desde su juventud. Afirma entonces que "en esos tiempos, Félix era mucho mayor que yo: 3 o 4 años." Sin embargo, agrega, "al cabo de medio siglo, esa distancia se ha borrado. Somos dos viejos amigos de la misma edad"). De Ípola relata brevemente, también, el tiempo que pasaron juntos, en la cárcel, durante los primeros años del Proceso Militar. Dice que Félix S. -maestro en el ajedrez- arrastró a buena parte del presidio a jugar ajedrez. Cuenta que "en poco tiempo, un patio con más de cien detenidos vocingleros se convirtió en un silencioso refugio recoleto, con monjes manejando los trebejos, sumergidos en una profunda concentración mental".

En otro agradable relato, el psiquiatra B. Winograd recuerda cuando visitara a Félix S. en Londres (Schuster se encontraba exiliado, estudiando filosofía analítica con Bernard Williams). Agrega entonces una típica anécdota schusteriana. Dice que llegado de visita, le pidió a don Félix S. ver la tumba de Freud, pero que Schuster lo llevó en cambio a ver la de Marx. Llegados allí (Schuster era un gran anfitrión), Félix S. le señaló el dato curioso de que justo frente a la tumba de Marx se encontraba la del filósofo libertario Herbert Spencer. Schuster le preguntó entonces si no había advertido que, en Londres, Marks y Spencer  estaban siempre juntos, hasta en las tiendas de ropa.