John Griffith fue un gran jurista británico (nacido en
Cardiff, Gales, y fallecido en el 2010, a los 91 años), muy poco conocido fuera
de Inglaterra, pero muy influyente en la vida pública local. Proveniente de la línea
radical-socialista que en su momento representaran Harold Laski, Ivor Jennings
y William Robson, Griffith se hizo conocido, sobre todo, por su dura crítica a
las elites en el poder, en particular a la elite judicial. Para Griffith, era
claro que las elites en el poder estaban unidas por vínculos de clase muy
estrechos, y que los jueces jugaban dentro de la organización del poder un
papel central. Los jueces, para él, se encontraban dedicados fundamentalmente a
la protección de los derechos de propiedad, algo que era favorecido por las
enormes dificultades existentes para acceder a la justicia (aquí en este blog
siempre enfatizamos la estrecha correlación que hay entre cerrazón en el
acceso, a la argentina, y elitismo judicial).
Su libro más conocido fue The Politics of the Judiciary, que contribuyó a fortalecer la gran
corriente distintiva del constitucionalismo británico, basada en el principio
de la “soberanía del Parlamento.” Sin llegar a ser el gran y sofisticado argumentador
(un Blackstone, un Dicey, sobre los que quisiera volver), Griffith fue, en
cambio, muy influyente en su área y muy activo en la vida pública local (por
ejemplo, objetor de conciencia durante la guerra, terminó conduciendo una
ambulancia, en el Medio Oriente). Su libro principal incluye párrafos como el
siguiente, objeto de infinitas citas:
“Una tesis central de este libro es que los jueces en
el Reino Unido…definen sus interpretaciones sobre lo que es el interés público
y por lo tanto de lo que es políticamente deseable, a partir del tipo de
personas que son, lo que esta a su vez determinado por la posición que ocupan
en nuestra sociedad; y esta posición…resulta necesariamente conservadora, antes
que liberal. De todo esto se sigue que su visión sobre el interés público termina
trasladándose a sus decisiones en forma de un sesgo en favor de la propiedad
privada y una desconfianza en los sindicatos obreros, una fuerte adherencia a
los valores del orden, un disgusto hacia las opiniones minoritarias, las
demostraciones y las protestas, un apoyo al secreto gubernamental, una preocupación
por la preservación de la moral y el comportamiento social dominantes, etc.”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario