22 mar 2015

La CCCC (Corte Constitucional Colombiana en Crisis)



A partir de un reciente caso de corrupción, que afecta directamente a uno de los magistrados, y del modo en que -acorralado por la situación- el juez inculpado comenzó a revelar inmundicias de la vida al interior del tribunal, la afamadísima Corte Constitucional Colombiana entró en grave crisis de prestigio y legitimidad. Se puede ver, por ejemplo, un informe durísimo al respecto, acá ("Todo se derrumbó", se titula); un par de notas de cautela de nuestro amigo Rodrigo Uprimny Y., acá y acá; un texto con preocupación política, de don César Rodríguez G., acá; y otro propositivo, de don Gonzalo Ramírez C., acá

De mi parte, creo que hubo un problema de diagnóstico en no reconocer el tipo de institución con el que se estaba lidiando, y un exceso de confianza en las capacidades de la misma para sobreponerse a dificultades previsibles. Esos errores de diagnóstico, me parece, se advierten hoy también, frente a la crisis. En cantidad de diálogos con mis buenos colegas de por allí, repetí siempre mis prevenciones sobre el tribunal: podía estar tomando decisiones espectaculares, pero se trataba siempre de un órgano sobre el cual la ciudadanía tiene muy poco control; demasiado dependiente de la calidad de sus miembros y -peor tal vez en este caso- de renovación periódica a través de un sistema tal, que permite a un par de gobiernos de cierto tipo (digamos, como ha sido la regla, conservadores) desmantelar a la mayoría existente, y reemplazarla por otra amiga, o de poca calidad.

El problema lo habíamos archi-conocido en los Estados Unidos, donde una década de fascinación progresista con la Corte Warren, llevaron al fortalecimiento doctrinario del tribunal, y larguísimas décadas de demoledora sequía conservadora (de Rehnquist a Scalia y Alito). 

Los colegas colombianos me decían que no iba a -no podía- ocurrir lo mismo en Colombia: la jurisprudencia asentada ya era muy fuerte (???); estaba la fuerza del precedente; estaba un equipo de magistrados auxiliares, personal y secretarios de lujo, que formaban a las nuevas camadas e influían sobre los jueces; había demasiado prestigio encima; que el sistema de nombramientos cruzados bloqueaba las posibilidades de malos cambios bruscos, y etc. etc. Pero no: era claro que se trataba de pompas de jabón, que podían barrerse con un firme soplido conservador. Quiero decir, un presidente conservador animado a terminar con la Corte, o con una cierta mayoría en la Corte, podía hacerlo sin mayores dificultades.

Otra vez, el pensamiento de avanzada se quedó colgado de un tribunal frente al que sucumbió de fascinación (ahora mismo viene ocurriendo algo similar con la Corte Interamericana, y vuelve y volverá a ocurrir lo de siempre). No se trata de criticar a la CCC, ni de tumbarla: es claro que, frente a la perdición política que parece arrastrar a veces al país (no digo nada del mío¡), la Corte fue una extraordinaria tabla de salvación y esperanza. Se trata sin embargo, sí, de pensar mejor jurídicamente: de pensar en términos de instituciones y no de "serie de decisiones que me gustan". La "serie de decisiones que me gustan" de un presidente x, mañana se convierten en la serie contraria (mucho más fácil en el caso del presidente, sometido a la presión de grupos de poder, y a la tentación del propio enriquecimiento, como el caso de los K lo re-ratifican en mi país). La "serie de decisiones que me gustan" de una Corte x, pueden cambiar mañana, cuando la coalición en el poder se enoje con aquella y empiece a socavarla. Pensemos en términos de instituciones y no de personas. Pensemos en términos de instituciones teniendo en cuenta, sobre todo, cuánto podemos influir sobre ellas: cuánto es nuestro poder de decisión y control en el "durante" (no en el momento de nombramiento o remoción). Si la respuesta es "muy poco", entonces, es hora de cambiarla y sino, como ahora, estamos perdidos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno Robertinho.

Jorge Ernesto Roa dijo...

Me parece que se podrían distinguir tres problemas para evitar confusiones en la nota, afinar el análisis y contribuir con propuestas enfocadas en el eje de la crisis.

Problema 1. La corrupción de los miembros del tribunal. Problema 2. El diseño institucional del tribunal y su grado de vulnerabilidad frente a actos de corrupción. Problema 3. La interpretación más o menos conservadora de los derechos.

Parece que el actual problema de la Corte Constitucional de Colombia está en 1 y parcialmente en 2. En el primero por las acusaciones contra el magistrado Pretelt y las que este ha hecho contra los demás integrantes del tribunal. En el segundo, parcialmente, porque se discute si el actual modelo de envío automático y revisión discrecional de la tutela es un caldo de cultivo para actos de corrupción al interior del tribunal.

Lo que no queda claro en la nota es la relación de 1 y 2 con el problema 3 sobre el que se desarrolla el comentario y se deja recaer el fundamento de la crisis de la Corte Constitucional.

Un abrazo desde Barcelona,

Jorge

Anónimo dijo...

Qué pena. Era una Corte muy progresista. Lamento que esté transitando por esos senderos oscuros. La Corte argentina parece encaminarse a lo mismo, quitando de en medio el episodio de corrupción, naturalmente