Grabación - resumen de la presentación que hiciera en la Biblioteca Nacional, en la jornada sobre "Ciencias Sociales, intelectuales y política"
Quería
pensar un poco sobre esta pregunta que se le plantea al panel -una pregunta que, en lo personal, no sé como resolver bien,
aunque tenga algunas intuiciones al respecto. Me refiero a la pregunta sobre el
papel de las Ciencias Sociales en la vida pública y, en general sobre la
relación del intelectual público con la política. Para pensar esta pregunta que
me resulta muy complicada, también quería remitirme a la historia Latinoamericana. En particular,
quería apoyarme en el pensamiento de autores como Alberdi, Bolívar, Bello, Samper,
Murillo Toro, Francisco Bilbao. Cuando pienso en estos autores, los pienso haciéndose
una pregunta que es muy relevante para el tipo de reflexión que me interesaba
hacer, acerca rol del intelectual público y de las Ciencias Sociales en particular.
Cuando ellos reflexionaban sobre cómo concebir las bases institucionales de una
nueva sociedad, se hacían una pregunta en relación con cuál era el gran drama,
cuál era la gran tragedia que enfrentaban las sociedades en las que vivían. Y me
parece que ese puede ser un buen punto de partida: preguntarnos acerca de cuál
es el tipo de dramas que hoy enfrentamos, y respecto del cual queremos utilizar
nuestras energías intelectuales y políticas. Me parece que este enfoque es
particularmente relevante en sociedades como la nuestra, en donde uno advierte
una “distancia corta” las Ciencias Sociales y la política (ello, a diferencia
de otros países, como los anglosajones, en donde la distancia parece ser más larga,
y los cientistas sociales parecen estar más desapegados de lo que acontece en
la vida pública). En todo caso, vuelvo
sobre la pregunta por el drama: Por supuesto que es difícil desentrañar esta
pregunta. Al respecto, no tengo dudas de que vamos a tener desacuerdos importantes
en la materia. Primero, desacuerdos acerca de cómo identificar cuáles son los
grandes dramas que enfrentamos, desacuerdos acerca del contenido específico de
nuestra respuesta. Y luego, también, desacuerdos acerca de cómo responder frente
a esos dramas. Sin embargo, creo que se trata del camino correcto. Para ejemplificar
lo que digo, y simplificando, yo creo que Bolívar se hacía una pregunta de este tipo y la respondía de este modo: “el
gran drama de nuestro tiempo es el de la consolidación de la independencia”, y
en consecuencia, proponía utilizar toda la energía institucional disponible a
los fines de asegurar ese objetivo. Para ello, y como respuesta frente a esa
dificultad, sugería respuestas institucionales relacionadas con la
concentración del poder: inequívocamente, todos los proyectos constitucionales
que avanzó, tuvieron esa marca. Es decir, la marca de la concentración del
poder. En lo personal, creo que la respuesta que daba Bolívar era equivocada,
aún o especialmente para su tiempo, pero sin embargo me interesa su planteo,
porque su planteo me parece apropiado. Otro ejemplo interesante es el que da
James Madison, cuando reflexiona sobre cómo reorganizar la vida pública de los Estados
Unidos, luego de la independencia. Otra vez, el se pregunta cuál es el gran
drama que enfrentamos, y su respuesta es muy explícita, y aparece en El
Federalista n. 10: el drama que enfrentamos es el de las facciones. Y qué hacer
frente a ellas, se preguntaba luego. Y su respuesta también era explícita: lo
que necesitamos es un sistema de frenos y contrapesos, que nos permita
balancear el poder e impedir que las facciones se apropien del sistema
político, y se opriman unas a otras. Alberdi también se hacía esa pregunta
fundamental, a la hora en que pensar sobre la reorganización política del país.
Simplificando, creo que el veía como gran drama al drama del desierto, del
vacío territorial. Por eso la idea de “gobernar es poblar”: ésa era una de las
respuestas frente a ese drama.
En
definitiva, creo que se trata de un ejercicio que aún hoy vale la pena, aún
cuando, por supuesto, vayamos a disentir acerca de cómo identificar y cómo
responder a esa pregunta. Por todo esto, también, es muy relevante tener en
claro y dejar en claro cuál es, (lo digo ambiciosamente), la teoría normativa
de la cuál partimos, para fundar la respuesta que demos –una teoría que no
podemos dejar oculta bajo la alfombra.
Contemporáneamente,
y desde las Ciencias Sociales, creo que se han formulado algunas preguntas y
respuestas interesantes, en la materia. Por ejemplo, creo que en algún momento de
nuestra historia se pensó el tema de la dependencia como tema central de nuestra
vida pública. Me parece que era un tema importante, que se había identificado
algo que era importante. En tal sentido, creo que las Ciencias Sociales hicieron
bien en dedicar buena parte de su energía a pensar el problema de la
dependencia, me parece que era interesante como planteo. También en un momento
creo que se pensó la cuestión del desarrollo y también creo que hay algo
interesante allí (más allá de que uno esté de acuerdo o no con esa identificación).
Se trata de una respuesta interesante a una pregunta importante
En
la actualidad, sin embargo, yo propondría otro planteo, la sustancia para mí
sería otra, la respuesta a aquella gran pregunta, hoy, creo que tiene que ver
con la desigualdad. En efecto, y según entiendo, hoy no hay drama mayor, en el
país, y en América Latina, que el drama de la desigualdad. Se trata, además, de
una injusta desigualdad, y digo esto porque soy consciente de que haber desigualdades justificadas. Pero hoy nos
enfrentamos a desigualdades brutalmente injustas y me parecería bien, si
alguien me preguntara, que haya un énfasis especial en la investigación en
Ciencias Sociales alrededor de ésos temas, los temas vinculados con la situación
de injusta desigualdad en la que vivimos.
Frente a tal reconocimiento,
agregaría, la respuesta que podemos dar debe empezar enfocándose en el modo en
que hoy se ejerce el poder, cómo es que el poder crea, alimenta y mantiene esa
desigualdad. Y me refiero tanto el poder económico como el poder político, por
supuesto, tanto el poder privado como el poder público que, normalmente además,
siempre van unidos como vemos en la
actualidad. Todo lo cual nos exige poner una atención especial tanto en cómo
funciona el régimen de acumulación como en la manera en que se utiliza el
aparato coercitivo estatal. Al respecto, cabría decir que no es lo mismo una
pregunta de este tipo sobre particulares, que una pregunta de este tipo hecha
sobre el Estado. El Estado tiene enormes recursos económicos a su control ,y
además tiene las armas, tiene el monopolio legítimo de la violencia. Por eso es
tan importante ver cómo usa esos recursos a su disposición. Y para tener una
idea de lo que hace, creo que resulta especialmente importante ver cuáles son
los derechos desplazados o aplastados en este momento.
Y por ello mismo,
resulta especialmente importante enfocar nuestra atención sobre lo que hace el
poder en relación con los marginados políticamente, los explotados
económicamente, los humillados en sus derechos, los que son golpeados por las
fuerzas policiales. Creo que ahí hay un foco de atención, un punto de mira fundamental.
Se trata de lo que algún autor (John Rawls) llamaba “tomar el punto de vista de
los más desaventajados”, ver la sociedad desde el punto de vista de los que
están peor. Yo creo que esa es una mirada que vale la pena. Creo que se trata
del punto de vista que deben tomar nuestras Ciencias Sociales: pensar el poder
desde el lugar de los marginados y explotados. Ese punto de vista, me parece,
va a permitir que las Ciencias Sociales asuman una respuesta inequívocamente
crítica, crítica al poder político, crítica al poder económico, una respuesta
que puede ayudar a iluminar lo que el poder siempre va a tratar de ocultar no
en su maldad, digamos, sino en su conveniencia.
Esto me lleva a
pensar que las Ciencias Sociales tienen que tener consigo, una presunción
siempre negativa frente al poder. Ahí está el origen de la opresión,
habitualmente. Allí reside el origen de la violación de derechos y por eso es
que las Ciencias Sociales merecen asumir un papel esencialmente crítico, yo
diría inclaudicablemente crítico, consistentemente crítico, radicalmente
crítico frente al poder, insisto, el poder político y el poder económico.
En particular, mi mirada parte desde
el Derecho, que es mi campo principal aunque estudié también Sociología. Pero pensando
en el Derecho, pienso que esta área ha tenido muchos problemas para pensar
estos problemas. El Derecho ha tomado partido muy habitualmente no por los que
protestan sino por los que golpean; no por los que son humillados
económicamente, sino por los que humillan. Mucho peor, el Derecho ha utilizado
habitualmente sus energías para la justificación, defensa y autorización de tales
actos. Ha defendido la represión política, ha defendido las privatizaciones, en
su momento, ha defendido la concentración del poder. El Derecho argentino
dedicó una energía extraordinaria, los grandes estudios argentinos y los
grandes académicos argentinos dedicaron una energía extraordinaria a hacer
posible, por ejemplo, un proceso de acumulación determinado, como dedicó
energía extraordinaria para defender un sistema coercitivo injusto, tanto en
apoyo de gobiernos democráticos como de gobiernos militares. Me parece, por
eso, que tenemos frente a nosotros una enorme tarea por delante, que nos habla
claramente sobre el papel que los intelectuales y las Ciencias Sociales pueden
asumir, en la actualidad.
En ese sentido, creo que si uno ve
como objeto de problema al modo en que se acumula económicamente, al modo en
que se ejerce la coerción y ve como sujetos fundamentales del problema a los
humillados y ofendidos por el sistema, es obvio cuál debe ser, para mí, el
lugar y la misión de las Ciencias Sociales. Su tarea no debe ser ni alinearse
con el poder, ni tomar una posición equidistante frente al poder. Su misión
debe ser inequívocamente crítica. ¿Por qué? Lo he tratado de decir. Porque el
poder es el que amenaza, y porque el poder se defiende solo, y porque –gracias a
los recursos con los que cuenta- el poder tiene a cantidad de gente preparada
para defenderlo.El poder tiene el dinero, el poder tiene la violencia. Los
humillados, en cambio, están enfrente muy habitualmente, y habitualmente no
tienen quien los defienda. Por eso es que aparecen los nuevos mártires, que se
suman a los mártires que mencionaba Horacio en su presentación. Tenemos nuestros
muertos recientes, como los últimos dieciocho muertos a partir de la
administración actual, que se suman a los tantos muertos que ha habido en
democracia. Creo que eso ayuda a definir un lugar para las Ciencias Sociales.
¿Significa, esto, que las Ciencias
Sociales tienen que tomar un rol anárquicamente destructivo? No, en absoluto.
Como la preocupación es por los derechos de los marginados y de los ofendidos y
como el centro de la preocupación es cómo el poder ejerce la violencia y usa el
dinero, hay un terreno enorme que se puede transitar y que, ocasionalmente las
Ciencias Sociales han transitado. En las áreas que me son cercanas, se ha pensado
en cómo organizar los juicios a las Juntas, se ha pensado la cuestión del
aborto, se ha pensado sobre los derechos de los homosexuales, se ha pensado
sobre el ingreso ciudadano. Son formas en que una Ciencia Social consciente
políticamente, ha actuado y ha dado respuesta y me parece que son formas
interesantes de actuación y que muestran que hay un campo posible. Entonces, no
es que la Ciencia Social asume o debe asumir este rol anárquicamente crítico (cuestión
que tampoco me genera mayor problema). El punto es que las Ciencia Sociales
tienen un campo amplísimo en donde pueden desarrollarse de modo muy
interesante. ¿Significa esto de que las Ciencias Sociales no deben ser conscientes
de cómo está distribuido el poder? No, por el contrario. Las Ciencias Sociales
deben ser siempre absolutamente conscientes en la materia. No se trata de estar
con la calculadora en la mano. El punto es que actúe a partir de principios y
por convicciones, más que por cálculo. No deben hacerse preguntas como las que
muchos se formulan hoy, del estilo “voy a
dejar de criticar a este porque…,” “voy a hacer silencio en este caso para
hablar frente a este otro…” No, no hay que calcular de ese modo, cuando lo
que están en juego son derechos básicos, cuando lo que tenemos enfrente son
graves violaciones de derechos, cometidas desde el poder. Hay un objeto claro
de crítica y un sujeto claro que hay que defender. ¿Significa esto una Ciencia
Social descontextualizada, “ahistórica”? No, justamente lo contrario. Como somos
conscientes de cómo se ha ejercido el poder habitualmente en la Argentina, como
somos concientes de cómo se ha ejercido habitualmente la violencia en la
Argentina, sabemos que no es extraño al ejercicio del poder la ley
antiterrorista que este gobierno ha dictado, ni la persecución a los grupos de
izquierda, ni la represión de la protesta social, esto forma parte de la
esencia del poder. ¿El poder puede hacer otra cosa? Obviamente, por ello mismo
es que ese poder debe ser criticado por nosotros.
Yo resumiría en eso mi
presentación, creo que las Ciencias
Sociales y los intelectuales públicos en particular, si a mí me preguntaran al
respecto, tienen una respuesta interesante frente a las preguntas que motivan a
la mesa y que arrancan de esto, de plantearse, inicialmente, esa pregunta
angustiosa, acerca de cuál es la gran tragedia que tenemos frente a nosotros y
eso nos lleva, también, a respuestas que son tristes, a veces, dramáticas,
otras, pero que son fundamentales y que tenemos la obligación de hacernos.