En nota publicada hace unos días, en Página 12, Horacio G. (acá) defiende la actuación presidencial en el asunto de los fondos buitres. Su nota, con cierto dolor, se puede leer, a diferencia de otras publicadas en los medios oficialistas, que (como las de Eduardo A.; o Mempo G.) son indignantes simplemente, u otras más (típicamente, todas las de Raúl K.) que son directamente redactadas en conversación con la Secretaría de Inteligencia.
En lo personal, veo en la decisión de Griesa un resultado no obvio pero previsible a partir de cómo está organizado el poder económico mundial (no está preparado para ceder un ápice de sus intereses); la conexión directa del poder económico con el sistema político y judicial (que no obedece a conspiraciones sino a un entramado de relaciones personales y profesionales que existe desde siempre); el tipo de juego que la Argentina decidió jugar, y el modo en que prefirió jugarlo (que incluyó ansiedades y atolondramientos que nos remontan al cavallismo; impericias obvias de este gobierno, tanto como arrogancias y prepoteadas que funcionan a nivel local, para asustar a algún rival medio dormido, pero que causan pena, pudor y molestia en el exterior). La decisión de Griesa no es claramente "contraria a derecho," pero sí resulta políticamente irresponsable (y en este sentido, la política no es ajena al derecho); y desatenta a algunas razonables consideraciones contextuales (aunque demasiado atenta a otras, lo cual, otra vez, tampoco es ajeno al derecho).
Ahora bien, cualquier amigx del gobierno que (pobre gente) quiera salir a defender al oficialismo, también y todavía en estos casos insalvables, tiene que dejar definitivamente de lado el discurso (que es el de González, tanto como de todo el frente oficial) según el cual "estamos acá porque acá nos dejaron los gobiernos anteriores, entregando la soberanía, y transfiriendo el poder de decisión al exterior."
Cualquiera que quiera insistir con esa torpe línea argumental (la última línea defensiva oficial) tiene que vérselas con múltiples y constantes decisiones de este gobierno, en sus negocios y negociados con el poder económico mundial. Podemos hablar de muchos casos (Barrick Gold es uno especialmente famoso), pero empecemos por Chevrón. El gobierno entregó al país con los brazos encadenados, firmando un acuerdo tan vergonzoso, y cediendo la soberanía a niveles tales, que debió ocultar el acuerdo, y negárselo reiteradamente a la justicia: el kirchnerismo, para sostener su discurso, no puede permitir saber qué es lo que firmó (i.e., acá). Es increíble pero es así. Este acuerdo, como todos los demás similares, son inconstitucionales por el modo en que negaron la participación del Congreso y de las fuerzas opositoras; y por la descomunal -única en el mundo- falta de transparencia que los distingue. Simplemente, la democracia -una democracia que es el gobierno del pueblo; y que se basa en la alternancia de partidos- no tolera acuerdos económicos de este tipo, firmados en secreto y tan extremos en sus cláusulas que pueden sostenerse sólo en el ocultamiento: nadie debe enterarse de lo que el gobierno firmó.
En definitiva: la cesión de soberanía económica y jurídica está -no en los márgenes- sino en el centro de las políticas oficiales (el acuerdo YPF- Chevrón no es una política lateral del gobierno, sino su principal medida económica en años, tal vez en su historia). Si lo que digo no es cierto, que se animen a mostrar lo firmado. Si es cierto, entonces dejen de presentarse como víctimas, porque son victimarios, y principales responsables de el entuerto de hoy. Finalmente, la decisión de Griesa es producto de acuerdos y políticas inaceptables, de cesión de la soberanía, que sin embargo podrían considerarse nacionalistas a la luz del acuerdo firmado por el kirchnerismo con Chevrón. Quien, desde el gobierno, critique a Griesa (como yo puedo criticarlo) que primero me explique por qué en cambio se justifican las cesiones de soberanía hechas a pedido de Chevrón. Frente a los Griesa del futuro, el momento para quejarse es hoy. Luego, como hoy con Griesa, ya es demasiado tarde para lo fundamental. Pero hoy todo el oficialismo calla.