Después de una semana de intensísima labor administrativa y académica, como agradecimiento a todos l@s buen@s amig@s de Perú, Ecuador, Paraguay, Chile, Colombia, Brasil, Venezuela, México y Puerto Rico, y por supuesto también a toda la gente linda del interior del país, que se acercó -desde Mar del Plata, Córdoba, La Plata, etc.- a las I Jornadas de Jovenes Investigadores en Derecho y Ciencias Sociales, y teniendo en cuenta que hemos visitado a tantos poetas de la mayoría de esos países por aquí, hoy llenamos un vacío con el colombiano Álvaro Mutis. Esperemos que sea el primer paso para completar ese mapa poético latinoamericano, en definitiva, para traer l@s poetas de esos países que restan presentar, pero sobre todo a aquellos que nos quedan por descubrir.
Mutis fue editado en los cincuenta por la editorial Losada en una colección, que aunque coordinada por Rafael Alberti desde España, era publicada en Argentina. Después llegará su narrativa, el reconocimiento y los premios. Por ejemplo, Gabriel García Marquez le dedicará uno de sus libros más famosos, será recomedado por Elena Poliatnoswka y por Mario Benedetti, entre muchos otr@s. Entonces, después de una mini presentación, transcribimos tres poemas de la "Antología Personal" editada, en 1995, por Mario Pellegrini de la legendaria editorial Argonauta, con prólogo de Octavio Paz, que encontré, como siempre, muy afortunadamente por ahí. Agrego, finalmente, un link a otros de sus poemas, una "estela" para Rimbaud, sin embargo el gran favorito seguirá siendo "Grieta Matinal".
Cada Poema
Cada poema un pájaro que huye
del sitio señalado por la plaga.
Cada poema un traje de la muerte
por las calles y plazas inundadas
en la cera letal de los vencidos.
Cada poema un paso hacia la muerte,
una falsa moneda de rescate,
un tiro al blanco en medio de la noche
horadando los puentes sobre el río,
cuyas dormidas aguas viajan
de la vieja ciudad hacia los campos
donde el día prepara sus hogueras.
Cada poema un tacto yerto
del que yace en la losa de las clínicas,
un ávido anzuelo que recorre
el limo blando de las sepulturas.
Cada poema un lento naufragio del deseo,
un crujir de los mátiles y jarcias
que sostienen el peso de la vida.
Cada poema un estruendo de lienzos que derrumban
sobre el rugir helado de las aguas
el albo aparejo del velamen.
Cada poema invadiendo y desgarrando
la amarga telaraña del hastío.
Cada poema nace de un ciego centinela
que grita al hondo hueco de la noche
el santo y seña de su desventura.
Agua de sueño, fuente de ceniza,
piedra porosa de los mataderos,
madera en sombra de las siemprevivas,
metal que dobla por los condenados,
aceite funeral de doble filo,
cotidiano sudario del poeta,
cada poema esparce sobre el mundo
el agrio cereal de la agonía.
Grieta Matinal
Cala tu miseria,
sondéala, conoce sus más escondidas cavernas.
Aceita los engranajes de tu miseria,
ponla en tu camino, ábrete paso con ella
y en cada puerta golpea
con los blancos cartílagos de tu miseria.
Compárala con la de otras gentes
y mide bien el asombro de sus diferencias,
la singular agudeza de sus bordes.
Ampárate en los suaves ángulos de tu miseria.
Ten presente a cada hora
que su materia es tu materia,
el único puerto del que conoces cada rada,
cada boya, cada señal desde la cálida tierra
donde llegas a reinar como Crusoe
entre la muchedumbre de sombras
que te rozan y con las que tropiezas
sin entender su propósito ni su costumbre.
Cultiva tu miseria,
hazla perdurable,
aliméntate de su savia,
envuélvete en el manto tejido con sus más secretos hilos.
Aprende a reconocerla entre todas,
no permitas que sea familiar a los otros
ni que la prolonguen abusivamente los tuyos.
Que te sea como agua bautismal
brotada de las grandes cloacas municipales,
como los arroyos que nacen en los mataderos.
Que se confunda con tus entrañas, tu miseria;
que contenga desde ahora los capítulos de tu muerte,
los elementos de tu más certero abandono.
Nunca dejes de lado tu miseria,
así descanses a su vera
como junto al blanco cuerpo
del que se ha retirado el deseo.
Ten siempre lista tu miseria,
y no permitas que se evada por distracción o engaño.
Aprende a reconocerla hasta en sus más breves signos:
el encogerse de las finas hojas del carbonero,
el abrirse de las flores con la primera frescura de la tarde,
la soledad de una jaula de circo varada en el lodo
del camino, el hollín en los arrabales,
el vaso de latón que mide la sopa en los cuarteles,
la ropa desordenada de los ciegos,
las campanillas que agotan su llamado
en el solar sembrado de eucaliptos,
el yodo de las navegaciones.
No mezcles tu miseria en los asuntos de cada día.
Aprende a guardarla para las horas de tu solaz
y teje con ella la verdadera,
la sola materia perdurable
de tu episodio sobre la tierra
Amén
Que te acoja la muerte
con todos tus sueños intactos.
Al retorno de una furiosa adolescencia,
al comienzo de las vacaciones que nunca te dieron,
te distinguirán la muerte con su primer aviso.
Te abrirá los ojos a sus grandes aguas,
te iniciará en su constante brisa de otro mundo.
La muerte se confundirá con tus sueños
y en ellos reconocerá los signos
que antaño fuera dejando,
como un cazador que a su regreso
reconoce sus marcas en la brecha.
Y por supuesto, su Estela a Arthur Rimbaud, acá. (vease que los poemas III y IV parecen estar conectados. Tal vez el editor los separó y no el autor). Ésta última en su libro Diez Lieder.
Salud!