29 mar 2016

Intermedio. Sobre un texto de GA y AG (o, la autocrítica sin la crítica)

Dos colegas cercanos (y aún muy cercanos al kirchnerismo), Gerardo Adrogué y Alejandro Grimson, publicaron en P12 (acá) un texto sobre cómo posicionarse, en su calidad de opositores, frente a Macri.

El artículo mejora en buena medida los (muy pobres) análisis que, hasta hoy, ha venido ofreciendo el kirchnerismo ilustrado en la materia. Ello así, especialmente, en dos importantes frentes: la (auto)crítica frente al pasado, y el examen crítico de lo que ha llegado.

Sin embargo, me parece que el artículo fracasa también en ambos frentes, lo cual es un problema, sobre todo, a la luz del propósito principal del texto, esto es, ayudar a la construcción de un inclusivo frente opositor. Ocurre, por un lado, que el “paso adelante” que dan los autores es muy pequeñito, ante el cuadro existente. Básicamente, ellos reconocen que a) es un simplismo hablar de Macri como “la dictadura” o un mero capitalismo de rapiña, del mismo modo en que b) es un error asumir una posición “jacobina” en defensa del kirchnerismo, para sostener que quien no es un “abogado absoluto” de lo hecho por el gobierno anterior es un “traidor o renegado”. Pero esta aspiración de autocrítica resulta en extremo débil, cuando se advierte (como se advertía ya en otros artículos de AG), que ella se detiene en el simple enunciado de la (palabra) autocrítica, sin animarse a avanzar en ella.

Así, Macri no es descripto aquí como Videla, sino que es presentado como lo hace el “plan B” del kirchnerismo, esto es, como una suerte de monstruo caído desde otro planeta, que viene a “construir un modelo neoliberal sustentable en la Argentina, con voluntad hegemónica, apoyado en los medios de comunicación masiva”. Esto es decir, estamos donde estábamos antes, en términos de análisis crítico. Y lo mismo en cuanto al examen del kirchnerismo. No se trata de proclamar “no seamos simplistas,” “hay que revisar lo hecho,” sino de complejizar lo hecho y ponerle nombre a lo que se critica. De lo contrario, ellos no hacen otra cosa que mantenerse en la cómoda posición “jacobina” que objetan, pero con un twist minúsculo: donde decía “todo fue inmejorable” debe leerse ahora “tal vez no fue todo así.”

Permítanme marcar entonces, frente a tales cuestiones, dos posibles vías de salida para el “kirchnerismo autocrítico” que de modo genuino –y no sólo declarativamente- esté convencido de lo que ellos dicen estar convencidos, esto es, de que ha llegado la hora de abrazar una “construcción de mayorías” de modo “amplio, real y efectivo.”

En primer lugar, y sobre el macrismo, me parece un grave error pensar al mismo como una vuelta al neoliberalismo de los 90 que implica, según nos dicen, directamente un “cambio de régimen”. La idea de “cambio de régimen” importa al menos dos errores. En primer lugar, importa abrazar la posición extrema (“jacobina”) de la que abjuraban, como implica también negar lo que buena parte del elenco del kirchnerismo cercano al poder ya ha admitido: “hubiéramos hecho lo mismo de haber sido electos nosotros.” Qué hubieran hecho? Renegociar con los “buitres,” recalcular las “tarifas”, revisar los nombramientos más recientes, salir del “cepo,” y varios etcéteras. Por lo demás, la idea de cambio de régimen implica negar lo obvio, esto es, las extremas continuidades existentes entre el gobierno anterior y el actual –continuidades que se ven en los niveles de inflación, pobreza y desigualdad existentes antes y ahora; los pactos con parte del empresariado más concentrado (cambian los nombres y alianzas, no su componente de clase); los vínculos estrechos con los gobiernos conservadores de nivel provincial; etc. Cuál es el cambio de régimen, entonces?


Paso ahora a la segunda cuestión, relacionada con el examen (“crítico”) del kirchnerismo. Mientras la vieja guardia kirchnerista no sea capaz de nombrar la palabra “crimen” donde ve un “crimen;” o “robo” cuando ve un “robo,” para todos los no-kirchneristas se seguirá tratando del cantar de siempre, esto es decir, el cantar del INDEC –el de la negación sistemática de la realidad. En otros términos: lo admitan o no, lo quieran o no, al negarse a decir que “el rey está desnudo” GA y AG estarán simplemente –seguirán, simplemente- hablando para “los ya convencidos” (temerosos de recibir la acusación de “traidores o renegados”). 

Permítanme decir que esta dificultad que muestran –que remite a una radical incapacidad para admitir un error siquiera- no es simétrica con la que actitud que asumimos muchos anti-kirchneristas extremos, como uno. En lo personal, y a pesar del enojo que aún preservo contra el kirchnerismo, fui al Congreso a defender el matrimonio igualitario y los cambios en materia de propiedad de la tierra propuestos desde el oficialismo; defendí la AUH; defendí, con matices muy similares a los que asumió la propia Corte, el valor de dictar una Ley de Medios. Por supuesto, es mucho más lo que debe hacerse para pensar bien el pasado. Sin embargo, mientras los “kirchneristas autocríticos” sean incapaces de reconocer, al menos, los casos más emblemáticos de lo malo hecho (como nosotros podemos reconocer, al menos, los casos emblemàticos de lo que se hizo bien), estaremos en problemas. Ellos, estoy convencido, deben ser capaces de decir, alto y claro, que Hotesur es un caso de lavado de dinero, grueso, burdo, y lamentablemente promovido por la pareja presidencial. Deben abandonar la actitud según la cual (por poner otro caso emblemático) no puede mencionarse siquiera que a la campaña de Cristina la financió la efedrina (un hecho judicialmente comprobado), porque sino “se le hace el juego a tal o cual” (presento estos dos ejemplos como posibles casos emblemáticos, hay varios otros, de corrupciòn y crimen, pero mi impresión es que no hay disposición para hablar alto y claro de ninguno). En síntesis: mientras no sean capaces de cambiar la palabra autocrítica por referencias concretas, con nombre y apellido, relacionadas con las críticas que cualquier persona con criterio propio puede hacer, entonces todo seguirá siendo igual: la realidad negada, y los puentes rotos.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Roberto,

Es que me parece que las zonas que ponés como ejemplos ineludibles de lo que debe autocriticarse el kirchnerismo son sumamente discutibles. Es decir, no creo que haya un nivel de evidencia suficiente para sostener que la campaña del 2007 se financió con dinero de la efedrina. La evidencia al respecto es pobre y, de ampliarse la misma y así confirmarse el aporte (cosa que no puedo descartar tampoco) resultaría marginal: es decir tal aporte no pudo ser significativo en términos económicos. Por lo tanto, de la evidencia parcial existente a decir que "la campaña de Cristina la financió la efedrina" hay un inmenso salto al vacío que no tiene fundamento real. Tampoco creo que las cosas tengan, ni siquiera lejanamente, el nivel de claridad que vos le dás respecto de hotesur. Es decir creo que hay que llamar robo a lo que claramente es un robo y no a lo que se quiere mostrar como robo y que por ser repetido tanto, una y otra vez, pareciera ser cierto aún sin serlo. Me parece que fogonear esos puntos como aspectos en que debe centrarse la autocrítica es pedirle a los demás que compartan el sistema de suposiciones de cada uno y, a la vez, sumarse a una agenda ajena. Esa agenda no es la que reclama la gente sino la que se impone como dogma revelado desde múltiples medios de comunicación. Esa agenda no puede, ni debe, ser la de los intelectuales que apoyan al kirchnerismo hoy.
Si me parece que hay otros frentes en que la construcción kirchnerista debe autocriticarse y donde la necesidad de esa autocrítica es muy evidente: uno de ellos es la forma de manejo del poder y la construcción política. Creo que en ese terreno -que incluye multiples aspectos (que empiezan pero no terminan en la modalidad de relación con otros actores políticos pués incluye también joyas del terror como el nombramiento de Milani, etc) el fracaso ha sido importante. El mismo explica la fuerza contemporánea del macrismo en el congreso.
Por otro lado, los que hemos apoyado críticamente al kirchnerismo durante estos años, esperamos también una autocrítica profunda de los sectores y/o personas que llegado cierto momento, por cansancio, distinto sistema de valores o lo que fuera, decidieron unir sus voces de modo explícito o implícito a quienes deseaban el fracaso del kirchnerismo sin importar sus aciertos cuya lista es muchisimo mas larga que la que vos ofreciste y cuya conjunción -al menos para quien esto escribe- no tiene precedentes en lo que llevo vivido. Entre estos aciertos el mas importante es el posicionamiento del país en el contexto internacional que le corresponde (América del Sur), el discurso (y las acciones directamente emprendidas) hacia la redistribución de la riqueza, la generación de mercado interno acompañada por un proceso de desendeudamiento externo, la ganancia de derechos de ciertas minorias, un grado mucho mayor de institucionalización que el de los tres gobiernos precedentes (Menem, de la Rua y Duhalde: descuento que no estás de acuerdo con esto pero al margen de todos los obvios contraejemplos que se pueden poner, la evidencia al respecto es abrumadora), etc. Esta constelación de aciertos debe ser reconocida sin evitar la autocrítica, pero tomándola como punto ineludible de partida para la misma.Es decir la crítica requiere también la valoración de los aciertos y la lucha asociada a alcanzar los mismos así como los innegables y tristes renunciamientos cometidos a lo largo de ese camino. Camino que, acordemos, Macri está presuroso en desandar. Y como se ve, algunos que hasta ayer eran kirchneristas también. Por suerte no todos.
Saludos,

rg dijo...

mira, no digo que los dos casos que senialé sean los únicos o los dos necesarios. me parecen casos emblemáticos. el de la efedrina está probado judicialmente y es obvio para cualquiera que siguió el caso. hay gente que fue presa por eso, y hoy vuelve a ser investigado, con la misma certeza, por servini de c. (aunque el caso fue decidido ya antes que llegara a ella en ámbitos judiciales también). en todo caso, el punto es: no vayamos a las minucias. yo puedo estar a favor de lo emblemáticamente bueno (auh, matrimonio igualitario), y necesito que en vez de palabrerío, el kirchnerista autocrítico reconozca lo emblemáticamente malo. me parece que por temor (a ser tratado como traidor o renegado) hay discurso de autocrítica pero ninguna autocrítica efectiva (decime hotesur, decime conteo de dinero, decime pacto con irán, decime jueces subrogados: no me decis absolutamente nada)

João Victor Nogueira dijo...

Gargarella,

Parece que estoy leyendo acerca de la realidad brasileña.

saludos.

Anónimo dijo...

Ahi va comentario interesantisimo sobre la autocritica http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-295672-2016-03-29.html

Anónimo dijo...

Anónimo 10:32, Alemán no hace la más mínima autocrítica en esa nota.

Fede B. dijo...

Otra forma de autocrítica falaz (o fallida), amén del recurso a la vaguedad, es el chivo expiatorio. Hoy se ve con Báez, se verá todavía mejor cuando le toque pasar al frente a Boudou. Una estructura de expiación ritual muy adecuada al caso. Por todo lo que el kirchnerismo tiene de mesiánico -que no es poco-, para el pobre kirchnerista criticar al matrimonio presidencial equivale a dinamitar el universo. Lo que estás pidiendo es impensable, RG.