Desde Mar del Plata, Tomás FF nos manda esta traducción de un texto sobre un reciente fallo en los Estados Unidos, limitando las facultades policiales (link al art. original, acá) (al final del post se puede leer la conclusión del fallo)
Joseph Goldstein
– New York Times
Una jueza federal
resolvió el lunes que las tácticas de “stop and frisk” (término utilizado en
Estados Unidos para referir a las prácticas policiales consistentes en demorar
a un individuo y cachearlo) de la Policía de Nueva York violaban los derechos
constitucionales de las minorías de la ciudad, repudiando un importante
elemento del legado de Bloomberg sobre el combate a la criminalidad.
El uso de esta
operatoria ha sido ampliamente citado por las autoridades de la ciudad como un
eje de la exitosa campaña de Nueva York en la reducción de asesinatos y
crímenes graves a porcentajes mínimos históricos. La policía dice que estas
prácticas han salvado las vidas de miles de jóvenes negros e hispanos, al
remover miles de armas de las calles.
Pero la jueza,
Shira. A. Scheindlin, determinó que el Departamento de Policía utilizaba una
“política de individualización racial indirecta”, al verse incrementar el
número de detenciones en comunidades minoritarias. Esto ha llevado a los
oficiales policiales a parar (stop) rutinariamente a “negros e hispanos que no
hubieran sido parados si hubieran sido blancos”.
La jueza designó
a un interventor federal para que supervise amplias reformas, dentro de las que
se incluye el uso de cámaras llevadas en el cuerpo por determinados oficiales policiales,
aunque dijo “no estar ordenando el fin de la práctica de ‘stop-and-frisk’”.
En su decisión de
195 páginas, la jueza Scheindlin concluyó que las demoras que sufrieron los
habitantes, que incrementaron en número en la última década mientras el crimen
continuó decayendo, demostraron una amplia violación de la Cuarta Enmienda, que
protege contra requisas e intromisiones irrazonables por parte del gobierno, y
también de la 14º Enmienda, que consagra la protección igualitaria.
El alcalde
Michael R. Bloomberg acusó con enfado a la jueza de deliberadamente negar a la
ciudad un “juicio justo” y dijo que la ciudad apelaría la decisión.
Ostentando un
tono desafiante, el Sr. Bloomberg dijo, “No van a ver ningún cambio de tácticas
de la noche a la mañana”. Dijo que esperaba que el proceso de apelación
permitiera que continuaran las actuales prácticas de stop-and-frisk hasta el
final de su mandato ya que “no querría ser responsable de la muerte de muchas
personas”.
La jueza advirtió
que en gran parte de la última década, los oficiales de la policía habían
demorado a gente inocente sin ninguna razón objetiva para sospecharlos de un
accionar ilícito. Pero su crítica fue más allá de la conducta de los policías.
“También arribo a
la conclusión de que las autoridades máximas de la ciudad han hecho ojo ciego a
la prueba de que la policía está llevando a cabo demoras de manera racialmente
discriminatoria”, escribió, citando declaraciones que el Sr. Bloomberg y el
Jefe a cargo de la Policía, Raymond W. Kelly, han hecho en defensa de la
policía.
La jueza
Scheindlin ordenó una serie de medidas, incluyendo un programa piloto en el
cual oficiales de por lo menos cinco áreas de la ciudad llevarían cámaras en
sus cuerpos para registrar los altercados en la calle. También ordenó un
proceso deliberativo conjunto –en esencia, una serie de reuniones comunitarias-
para indagar comentarios de la gente sobre cómo reformar las tácticas del
Departamento.
La jueza nombró a
Peter L. Zimroth, socio del estudio Arnold And Porter L.L.P., y ex abogado
corporativo y fiscal de Manhattan, para que controle el respeto de la
Constitución de los Estados Unidos por parte del Departamento de Policía. La
instalación de un interventor dejará al Departamento bajo un grado de control
judicial que ciertamente moldeará las estrategias policiales en el próximo
gobierno.
La decisión de la
jueza Scheindlin confronta con el legado de Terry vs. Ohio, un fallo de la
Corte Suprema de 1968, que sostuvo que el stop-and-frisk era
constitucionalmente admisible bajo determinadas condiciones. Pero ella dijo que
era necesario cambios en la forma en que el Departamento de Policía de Nueva
York aplicaba esta práctica para
garantizar que las demoras en las calles eran realizadas de una manera que
“proteja los derechos y libertades de todos los neoyorkinos, a la vez que
provea la muy necesitada protección policial.”
La jueza advirtió
que la policía de Nueva York era demasiado apresurada para catalogar como
sospechosos a comportamientos que eran perfectamente inocentes, en efecto
actuando por debajo del standard legal requerido para parar a una persona.
“Los negros son
comúnmente señalados para demorar en base a un grado más bajo de sospecha
objetivamente fundada que el aplicado a los blancos”, escribió.
Notó que los
oficiales rutinariamente paraban a personas en base a “movimientos furtivos”,
una categoría que los oficiales han testificado que podría adecuarse a
cualquiera de las siguientes: encontrarse nervioso, cambiar de dirección,
caminar de determinada forma, agarrar un bolsillo o mirar por sobre su espalda.
“Si los policías
creen que el comportamiento anteriormente descripto constituye movimientos furtivos
que justifican demorar a una persona, entonces no es sorpresa que las demoras
tan raramente produzcan prueba de actividad criminal”, escribió la Juez
Scheindlin.
Dedujo que en sus
ansias de encontrar armas escondidas, los oficiales a veces paraban gente bajo
la base de que el oficial observaba un bulto en el bolsillo de la persona;
comúnmente resultaba que el bulto era causado no por un arma sino por una
billetera.
“El contorno de
un objeto comúnmente llevado como una billetera o un celular no justifica ni
una demora ni un cacheo, ni tampoco el contacto con alguno de esos objetos
durante un cacheo justifica una requisa”, resolvió.
Enfatizó lo que
llamo “el perjuicio humano de las demoras inconstitucionales”, notando que
algunos de los demandantes testificaron que sus encuentros con la policía los
había dejado sintiéndose como que no pertenecían a determinadas áreas de la
ciudad. Caracterizó a cada demora como una “experiencia degradante y
humillante”.
“Nadie debería
vivir con miedo a ser parado cuandoquiera que abandone su casa para realizar
las actividades de su vida diaria”, escribió.
Uno de los
actores en la demanda, Lalit Clarkson, de 31 años, y miembro de un sindicato,
dijo luego del fallo que “la práctica de stop-and-frisk criminaliza toda una
raza y comunidad de gente, solo por ir a trabajar, ir a buscar comida, ir en un
tren al centro.”
Esta decisión,
dijo, representa la validación legal de lo que la comunidad negra ha sabido por
mucho tiempo: que la táctica de stop-and-frisk se basa en discriminación
racial.
“Lo que sabemos,
en nuestra comunidad, que es la realidad, nunca antes había atravesado un
masivo proceso legal” ni tampoco había sido demostrado “punto por punto, paso
por paso” ser verdadero, declaró.
La decisión de la
jueza, en Floyd v. Ciudad de Nueva York, una acción de clase iniciada en el año
2008 que representa el más importante cuestionamiento a las prácticas del
Departamento, es el resultado de un juicio sin jurado de dos meses en la Corte
Distrital Federal de Manhattan llevado a cabo este año. Su decisión cita
testimonios de aproximadamente una docena de hombres negros o mestizos y una
mujer que describieron ser parados por la policía, así como las conclusiones de
expertos en estadística que analizaron actas policiales describiendo unas 4.43 millones
demoras entre el año 2004 y mediados de 2012.
Pero las demoras
no fueron el fin del problema, advirtió la jueza Scheindlin. Luego de que los
policías pararon a la gente, a menudo realizaron cacheos para buscar armas, o
requisaron los bolsillos de los sujetos en búsqueda de elementos de
contrabando, como drogas, sin ninguna justificación legal. También concluyó que
en el marco de estas demoras los negros e hispanos “eran más propensos a ser
sujetos al uso de la fuerza que los blancos, sin perjuicio del hecho de que los
blancos son más comúnmente encontrados con armas o sustancias de contrabando.”
Cerca de un 83
por ciento de las demoras entre 2004 y 2012 involucraron a blancos e hispanos,
aun cuando esos dos grupos demográficos representan apenas algo más del 50 por
ciento de los residentes de la ciudad. Los Sres. Bloomberg y Kelly han
explicado esta disparidad diciendo que refleja el desproporcionado porcentaje
de crímenes cometidos por jóvenes integrantes de minorías. Pero la jueza
Scheindlin refutó la lógica policial.
“Esta podría ser
una comparación válida si las personas paradas fueran criminales”, escribió,
explicando que existía prueba significativa de que los sujetos demorados no
eran criminales. “Por el contrario, casi un noventa por ciento de las personas
demoradas son liberadas sin que el oficial encuentre ninguna base para una
citación o arresto.”
En cambio, la
jueza Scheindlin advirtió que las demoras involucraban de manera
desproporcional a hombres de minorías porque los policías los veían como las
“personas indicadas” para parar.
“No es admisible
sujetar o todos los miembros de un grupo racial definido a soportar la coerción
policial solo porque algunos miembros de esa comunidad son criminales”,
escribió.
El Sr. Bloomberg
alegó que los abogados de la ciudad, apelando la sentencia contra la Cámara de
Apelaciones del Segundo Circuito, argumentarían que la jueza no había sido
imparcial, al estar mal predispuesta contra la policía. Como evidencia, citó el
hecho de que la jueza, quien ha tenido contacto con numerosos procedimientos de
stop-and-frisk a lo largo de la última década, había motivado a los demandantes
a que interpongan la acción en su juzgado al haberla marcado como relacionada
con un caso anterior que había tratado.
El alcalde dijo
que la jueza “no entendía cómo funciona la policía” y que había malinterpretado
lo que la Constitución permite.
Conclusión del fallo
“Por las razones
antedichas, la Ciudad es responsable de las violaciones de los derechos de la
Cuarta y 14º Enmienda de los actores. En una opinión separada, ordenaré
remedios, incluidos cambios inmediatos en las políticas del Departamento de
Policía de Nueva York, un proceso-remedio conjunto para considerar futuras
reformas, y el nombramiento de un interventor independiente para que monitoree el
respeto a las medidas aquí ordenadas. Concluyo con una cita particularmente
adecuada: “La idea de sospecha universal sin prueba individual es lo que los
estadounidenses encuentran aborrecible y contra lo que los hombres negros en
Estados Unidos deben luchar constantemente. Es persistente en políticas
policiales –tales como stop-and frisk, y vigilancia de vecindarios- sin
importar el daño colateral infligido a la mayoría de inocentes. Es como
incendiar una casa para deshacerse de los ratones”.
2 comentarios:
hay un estudio de ian ayres sobre esto muy interesante
Muy bien la jueza! El otro día en la línea A del subte (en la parada de Lima), dos policías pararon a un par de jóvenes que ingresaron antes que yo y les pidieron documentos. Yo me acerqué y les pregunté por qué los paraban a ellos, por supuesto la respuesta fue “usted no se meta”. Ellos debieron mostrar sus documentos simplemente por “portación de cara”…Indignante.
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