Rawls abre su último libro preguntándose: cuál es la audiencia de la filosofía política? Para quién hablamos? Cuál es nuestra audiencia en una democracia constitucional? Y también: cuáles son las credenciales de la filosofía política? Cuáles son sus reclamos de autoridad? Las preguntas me parecen cruciales, y su respuesta –abiertamente democrática- me resulta siempre muy buena.
Para él, la “en una democracia, la tradición (de la filosofía política) refiere siempre al trabajo conjunto de autores y lectores. El trabajo es conjunto, dado que autores y lectores, de manera colaborativa, producen y en todo caso valoran los trabajos de la filosofía política a lo largo del tiempo. Y siempre le corresponde a los votantes decidir si quieren incorporar tales ideas en sus instituciones básicas. Así, en una democracia, los autores de la filosofía política no tienen más autoridad que la de ninguno de los demás ciudadanos, y tampoco deben reclamarla.” Al mismo tiempo, los filósofos políticos, tanto como cualquier ciudadano, invocan la autoridad de la razón humana. Cualquier ciudadano “que, al referirse a cuestiones políticas o de otro tipo, se dirige a los demás ciudadanos hablando de modo razonable y consciente” invoca la autoridad de la razón humana. Y qué significa buscar la autoridad de la razón humana? Significa “tratar de presentar nuestros puntos de vista de modo fundado, razonable e inteligible, de manera tal que los demás pueden juzgar lo que decimos…Cualquier pensamiento razonado y consciente (en definitiva) busca la autoridad de la razón humana.”
Algunos trabajos (y cita, por ejemplo, la Declaración de la Independencia; el preámbulo de la Constitución; el discurso de Gettysburg de Lincoln; el “Segundo Tratado” de Locke, y el libro “Sobre la libertad,” de Mill) han tenido esa capacidad de trascender hasta llegar a ser parte de la cultura pública de la sociedad civil.
10 oct 2007
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2 comentarios:
La idea es notable. El valor de una DEMOCRACIA (así en mayúsculas) radica precisamente en poder exponer nuestras ideas, sin esperar ni complacencia, ni loas, ni aplausos, ni nada, sólo el juicio frio ( y a veces injusto) de la razón. De la razón fundada sobre aquello que desde los antiguos ( pienso en Platón, pienso en Seneca) hemos adoptado la libertad humana.
Vale Roberto, saludos desde Lima.
Si, es exponer la idea, con todo lo que ello requiere de antemono; y exponerse al juicio de los demas. Porque, finalmente, uno -desde la f. pol.- no habla por decir algo, sino para reflexionar criticamente sobre la cultura publica, sobre las bases de la organizacion comun. Y necesita corregirse con el juicio de los demas. Algo asi. Vale, buenas noches
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