Ni
Palermo Hollywood, ni Palermo Soho, ni Palermo Brooklyn: Palermo sólo es posible como capital
de Sicilia. Dura y llena de vida, hermosa y sucia, exagerada en historia en
cada rincón, en cada esquina. En Sicilia durante los días en que se rememoraban
las muertes de los jueces Falcone y Borsellino, podría acercarme a la isla
desde varios lados, pero tomo uno menos tradicional pero revelador lo mismo: mi experiencia conduciendo en el área. Cuento sólo cuatro historias,
que van más allá de las conocidas, esto es, gente que conduce enloquecida; que
le grita al auto de al lado por no prestar atención, mientras manipula su
teléfono y gesticula; que gira en U sin mirar atrás; que sale de su
estacionamiento hacia la calle sin preguntarse siquiera si alguien viene detrás;
que en calidad de peatón cruza la avenida lentamente, obligando a que se
avengan a él o ella los autos que vienen acelerados: lo que ya sabemos. Van las
historias entonces.
2 2) Estoy en medio de la nada, tratando de llegar a Piazza Armerina. Aunque las autopistas tienen indicaciones precisas,
me confundo lo mismo. Llego a una apertura de caminos amenazante por demás:
promesa de perderme por siempre, en medio de la llanura casi desierta. Será éste el fin? De modo instintivo e irracional, detengo el
auto al costado de la ruta, y apostando al milagro levanto la mano en la
autopista vacía. A lo lejos se divisa un bólido que no puede parar ni si
quisiera. Pero sin embargo quiere y el auto frena enseguida. Una mujer joven y
audaz al volante me dice “Claro, voy para allá, vamos¡”. Ella acelera y yo apenas, a duras
penas lo consigo y la sigo. Ella va tan rápido que la pierdo varias veces,
pero sorpresivamente, cada vez, avanzo y la veo al costado del camino, detenido
el auto y esperando ella a mi máquina lenta que apenas camina. Cuando ve el último cartel que me
asegura un acceso directo hacia el pueblo, me lo señala desde la ventana y se despide. Casi
media hora de gratuita ayuda. Gloriosa.
3) Es mi primer minuto en Catania, ciudad difícil y
desigual, cuna de los más duros miembros de la mafia, poblada de los inmigrantes europeos más pobres: rumanos, eslavos. Tomo por la avenida principal para ir a mi albergue, pero es
domingo y la calle se convierte en peatonal el fin de semana, está llena de
gente, no hay posibilidad de avanzar alguna. O sí. Se acerca un policía que
parece un príncipe: ojos claros, espalda recta, altivo. Ve que estoy en una
situación complicada y enseguida conoce que, en efecto, me convendría ir vía la strada principal. Me mira impávido y me
dice enfático, con la certeza de que el orden que custodia se mantendrá sin máculas, inalterado: “Avanzá por la peatonal. Pero eso sí, a paso de hombre, paso a paso”. Un espectáculo.
4) Es mi minuto cuatro en Catania. El avance por la
peatonal fue casi un éxito, pero las calles laterales también están cerradas, o
con la dirección cambiada, por lo que el tránsito sencillo deviene complejo.
Preocupado por cómo llegar a destino, le pregunto a un peatón, apoyado cómodo sobre un
auto municipal. El peatón me mira con cara de “esto es realmente difícil”, y me
dice que espere. Busca sus llaves, sube a su auto, lo pone en marcha y con un gesto simple, seguro, me dice
“seguime.” Extraordinario. Amor eterno a Sicilia.
4 comentarios:
Je je... El problema es que ignoraste un principio básico italiano: las ciudades se recorren en Vespa...
qué divertido, ud. no necesita gps!
Voy a sicilia en ina semana! Ame tus historia Roberto!!!
loquisimo, roberto, yo estuve en los mismos lugares (palermo-piazza armerina) 5 días después que vos...jajaja haberlo sabido, te preguntaba y evitaba yo mismo perderme en mi camino a piaza armerina
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