La Italia fascista de Benito Mussolini toma parte, junto con la Alemania nazi, de la guerra contra Inglaterra y Francia, en momentos en que las fuerzas alemanas estaban por entrar en París, y la victoria de las mismas parecía sencilla. Sin embargo, como sabemos, las cosas no resultaron las esperadas, sobre todo a partir del involucramiento en la guerra de la Unión Soviética, atacada por Alemania, y el ingreso de los Estados Unidos a la misma, luego de las agresiones que recibiera de parte de Japón, también aliado a las fuerzas nazi-fascistas.
La grave crisis bélica que se produjera entonces en Italia, sobre todo, a partir del desembarco de las fuerzas aliadas en Sicilia en julio de 1943, terminó por provocar una crisis de régimen. La más alta dirección fascista solicitó entonces al rey Vittorio Emanuele III que asumiera el comando de la situación, lo que trajo como primera consecuencia que el rey removiera a Mussolini de su lugar, y lo hiciera arrestar; así como el encargo de la conformación de un nuevo gobierno al general Badoglio.
La situación, sin embargo, se mantendría todavía inestable. Mussolini, con apoyo alemán, recuperaría su libertad y terminaría proclamando la “República Social Italiana,” mientras que las tropas anglo-norteamericanas, ingresando de modo triunfante por el sur del país, favorecían la institución de un nuevo gobierno, que se establecería con fuerza en el sur del país, y que quedaría en cabeza del rey y del general Badoglio. El país, entonces, aparecería por un tiempo partido en dos, con dos grupos respondiendo a poderes e intereses opuestos, y combatiendo por tanto también entre sí, y por objetivos asimismo opuestos.
El fascismo llegaría a su definitivo final luego de que, en 1944, el rey firmara un acuerdo con las fuerzas antifascistas. Estos grupos aceptaron ingresar al gobierno con la condición de que el rey, fuertemente comprometido con el fascismo, asumiera la obligación de retirarse a la vida privada, luego de que las tropas aliadas terminaran por recuperar la capital del país (Carlassare 2011, 71-3). Los acuerdos incluyeron también que, luego de la liberación completa del territorio nacional, se tomaría una decisión colectiva acerca de la preservación del sistema monárquico o la adopción, en cambio, de la forma republicana –una opción que luego sería puesta directamente a consideración del pueblo, a través de un referéndum que se celebraría en junio de 1946.
La grave crisis bélica que se produjera entonces en Italia, sobre todo, a partir del desembarco de las fuerzas aliadas en Sicilia en julio de 1943, terminó por provocar una crisis de régimen. La más alta dirección fascista solicitó entonces al rey Vittorio Emanuele III que asumiera el comando de la situación, lo que trajo como primera consecuencia que el rey removiera a Mussolini de su lugar, y lo hiciera arrestar; así como el encargo de la conformación de un nuevo gobierno al general Badoglio.
La situación, sin embargo, se mantendría todavía inestable. Mussolini, con apoyo alemán, recuperaría su libertad y terminaría proclamando la “República Social Italiana,” mientras que las tropas anglo-norteamericanas, ingresando de modo triunfante por el sur del país, favorecían la institución de un nuevo gobierno, que se establecería con fuerza en el sur del país, y que quedaría en cabeza del rey y del general Badoglio. El país, entonces, aparecería por un tiempo partido en dos, con dos grupos respondiendo a poderes e intereses opuestos, y combatiendo por tanto también entre sí, y por objetivos asimismo opuestos.
El fascismo llegaría a su definitivo final luego de que, en 1944, el rey firmara un acuerdo con las fuerzas antifascistas. Estos grupos aceptaron ingresar al gobierno con la condición de que el rey, fuertemente comprometido con el fascismo, asumiera la obligación de retirarse a la vida privada, luego de que las tropas aliadas terminaran por recuperar la capital del país (Carlassare 2011, 71-3). Los acuerdos incluyeron también que, luego de la liberación completa del territorio nacional, se tomaría una decisión colectiva acerca de la preservación del sistema monárquico o la adopción, en cambio, de la forma republicana –una opción que luego sería puesta directamente a consideración del pueblo, a través de un referéndum que se celebraría en junio de 1946.
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