Presenté algunos
argumentos contra el modo en que parte de la teoría está mirando el problema de
la “erosión democrática”. Por “erosión democrática” se entiende al hecho, que
se asume distintivo de nuestro tiempo, de democracias que van perdiendo sentido
y contenido, socavadas desde adentro. Cuando antes se entendía que las
democracias (típicamente, en América Latina) “morían de un golpe” (en su forma
más grave, a través de golpes de estado) ahora ellas van siendo desmanteladas
desde adentro, pieza a pieza, y siempre a través de pasos “legales.” Mientras,
la ciudadanía se muestra relativamente apática, y no controla, sino que muchas
veces avala, esos excesos.
Aunque comparto la
preocupación de fondo (central en el libro que he venido a escribir), critico
por varias razones el modo en que la teoría jurídica y política está pensando
el problema. Pienso en varias razones, de distinto nivel de importancia, y a
continuación enumero algunas de ellas.
·
1) El tema más importante: la teoría está
confundiendo los temas de constitucionalismo (problemas en los “checks and
balances”, falta de control judicial, etc.), con los temas de la democracia
(“fatiga democrática”, alienación jurídica, sentir compartido de “extrañamiento”
con los representantes). Solucionando, en el mejor caso, los problemas en los
frenos y balances, mantenemos intactos los problemas más importantes del
momento, que son problemas democráticos.
·
2) Sobre la cuestión democrática y el
problema del “hastío”. Es crucial dejar de ver la cuestión como hoy se lo hace,
esto es, vinculando a la cuestión con a) una mala coyuntura; b) desajustes en
las instituciones; c) desajustes debidos a malos gobernantes; y d) ciudadanos
apáticos. Se trata de problemas estructurales, que trascienden la coyuntura y
las personas, y que tampoco se resuelven (por tanto) ajustando tuercas aquí o
allá (sobre el tema de la apatía vuelvo en seguida). En lo que hace
a los problemas estructurales: tenemos un sistema institucional fundado
en una visión elitista de la democracia, y pensado para una sociología
política que ya no existe (sociedades pequeñas, divididas en pocos grupos,
internamente homogéneos, y miembros auto-interesados, lo que daba la ilusión de
que con unos pocos representantes, de aquí y de allá, todos quedábamos
representados).
3) El tema no es sólo que se pensó al sistema para una sociedad
que ya no está sino, sobre todo, que hoy vivimos un momento de “empoderamiento
democrático”, que lleva a que nos asumamos (con razón) dueños de los problemas
que nos afectan, y con derecho a ser consultados o a decidir sobre ellos. Esto
es lo que genera lo que vengo llamando el problema de la disonancia
democrática: instituciones que -como un traje estrecho- ya no encajan en las
sociedades multiculturales, y democráticamente empoderadas de hoy. El
resultado: plena disconformidad, y una sociedad que desborda a sus instituciones,
por todas partes.
·
4) Otro error importante, se advierte en el modo
en el que se piensa a la “apatía ciudadana”. Primero, porque no hay que dar
como un dato algo que está lejos de serlo (baste mirar los levantamientos ciudadanos
en Chile, Ecuador, Bolivia, España…). Segundo, la apatía, en todo caso, debe
verse como un producto endógeno del sistema institucional, y no como un
fenómeno exógeno, externo al mismo. Otra vez: no ver esto lleva a que no
pensemos en las reformas institucionales que necesitamos, mientras “levantamos
el dedo acusador” contra la ciudadanía. Tercero: no hay por qué partir, como lo
hace la teoría dominante, de una “teoría minimalista de la democracia.” Aquí,
me interesa defender una aproximación a la democracia como “conversación
entre iguales”.
·
5) Un tema menor: desde Guillermo O’Donnell y
la “muerte lenta de la democracia” (más de 20 años atrás), estamos hablando del
tema: el tema no es nuevo, y no empezó ni con Trump ni en Estados Unidos.
·
6) Otro tema menor: desde que Alberdi propuso
combinar híper-presidencialismo (estado de sitio, intervención federal, etc.) y
“checks and balances”, convivimos en América Latina con la “erosión democrática”.
A veces de “muerte lenta,” a veces de “muerte rápida.”
Conclusión: el problema está ahí, pero el diagnóstico se está errando. De este modo, podremos mejorar algunos, pero sin tocar un centímetro de la cuestión de fondo. El problema democrático de nuestro tiempo
3 comentarios:
Brillante. Espero con muchas ganas el libro. Un abrazo.
https://elpais.bo/lee-el-informe-completo-que-ethical-hacking-presento-al-tse/
contra la erosión democrática queda su radicalización
"La apatía, en todo caso, debe verse como un producto endógeno del sistema institucional, y no como un fenómeno exógeno, externo al mismo" (RG). Me detengo aquí; llevo toda la mañana leyéndote, de atrás adelante, especialmente tu combate con Waldron. Y tus "notas visuales" finalmente con un fondo musical de NS. Gestalt magnífica, eres una persona magnífica, con una posición teoríco política que comparto: primacía de la democracia ante el derecho, primacia de la sociedad ante las instituciones, primacia de la argumentación sobre la decisión, y finalmente entusiasmo aun en minoría (como diría Javier Muguerza en voz baja, aunque sin esperanza). En efecto, la apatía es inducida por la distorsión y baja calidad del sistema democrático. Mis saludos, Jorge Stratós (Pablo Ródenas Utray)
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