En un cuento brevísimo, La
secta del Fénix, Borges habla de un grupo al que vincula y diferencia de
los gitanos (a quienes describe como “chalanes, caldereros, herreros y
decidores de la buenaventura”). Dice de aquellos que aparecen reunidos sólo por
un Secreto. Los integrantes de la secta, agrega Borges, no comparten “un libro
sagrado que los congregue como la Escritura a Israel,” carecen de “una memoria
común,” y aparecen “desparramados por la faz de la tierra.” A todos ellos -concluye-
“una sola cosa el Secreto los une y los unirá hasta el fin de sus días.”
Pensaba en ese cuento,
pensando en los Latinos que estamos por aquí arriba, en los Estados Unidos. A diferencia
de los sectarios del Fénix, nosotros sí compartimos el color de piel y algunos
rasgos, y a todos nos reúne, ante todo, el Idioma: el lenguaje compartido
sienta las bases morales de nuestro Secreto.
Al Secreto lo custodiamos
entre todos, reforzándolo cada vez que nos vemos. Y mientras la vida se desliza
suave por el piso de encima, por aquí abajo tramitamos el conflicto en las formas
nuestras. En la zona gris en la que nos encontramos, sin guiñarnos el ojo, sin
tocarnos para alguna seña, sin pasarnos por detrás de la espalda la clave, nos reconocemos: simplemente,
todos nosotros lo sabemos. Me ocurrió ayer otra vez, en alguna tienda. Un patrono
hosco y malhablado, cobrando de más a los cándidos parroquianos, y murmurando injurias
a sus empleados. Me acerco a uno de los nuestros, poseedor del Secreto, nos
miramos, nos decimos cuatro o cinco gracias en el Idioma común, nos reímos discretos,
y de allí me vuelvo, yo con lo mío, él con su parte: nos entendemos. Hace unos
días también, en el lugar de comidas, todos de prisa, retándose el uno al otro,
en sus apuradas, y ahí nos vemos. Nos sonreímos por lo bajo, nos decimos no con
la cabeza (no dábamos crédito a esos excesos), y resolvemos la cuestión por el
costado izquierdo, sin decir otra cuestión que nada. O también, entonces: ella
en la Caja, yo con la mercancía que se torna difícil, y de repente nos vemos, se
enciende la luz, y la mercancía ingresa. Y nadie más ha sabido nada. El Secreto,
en esos casos, no se habla ni entre los propios.
Los que saben el Secreto,
y residen aquí, se han ubicado ya, estratégicamente, en cada posición ordenada,
en cada recoveco. En el último vericueto de este mundo, por cada rincón, aún el
más oculto: “desparramados.” Los poseedores del Secreto podrían considerarse,
en los hechos, los dueños de todo, pero no les interesa pensar en ello, mucho
menos anunciárselo al resto. Son los que manejan las palancas definitivas de la
maquinaria de infierno. Entiéndase bien, si quisieran, si se pusieran de
acuerdo, pudieran frenarla. Pero no lo hacen, pudiendo hacerlo. Sin que lo
admitan, sin que lo hagan explícito, optan por mantener la rueda girando. A la
vez la horadan, a la vez la giran. Ésa es la idea. No es la filosofía de la
revolución, tampoco es la mía, pero una parte del Plan, la más conocida, es ésa.
Preservar y minar. Conservar y socavar. Hasta que un día. Hasta que un día se
revele o rebele el Secreto. La Historia con mayúsculas, en tanto, sigue por allí, como abstraída,
distraída en sus pensamientos, tan ajena a todo. Entonces se dice: “mande
Señor,” “como Usted diga” o -en el lenguaje de ellos- “yes Sir,” “come here
please.” Mientras el protocolo avanza, mientras nos encontramos de perfil, y sin que
nadie lo advierta, nos miramos. Calladamente asentimos, atisbándonos apenas,
sin que se note sonriendo. Hasta que un día.
3 comentarios:
James Scott diría que ese secreto está formado por un discurso oculto, o tácito si querés, que no sale a la luz. Un día todo estalla y nadie sabe de dónde viene la multitud, y dónde estaban. Ignorancia plural (yo se X, y el otro sabe X, pero yo no sé que él sabe X, y él no sabe que yo sé X). Un día una suba del boleto de metro precipita las preferencias ocultas y hace estallar en pedazos la ignorancia plural acerca del sufrimiento de los demás. sl
Soberbio tu texto rg
martha c.
https://www.laizquierdadiario.com/Bolivia-abajo-el-golpe-de-Estado-de-la-Policia-y-la-derecha-avalado-por-las-FF-AA
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