Hace unos cuantos años, el amigo Jon Elster -lector empedernido y extremo- comentó en un reportaje que tenía algunas claves que seguía habitualmente, para orientar sus prioridades de lectura. Confesó entonces que "cuando estoy leyendo un texto y aparece la palabra 'posmodernismo', dejo de leer." Aparecía la palabra, y pasaba a leer otra cosa. Yo no compartía el prejuicio, pero lo entendía, en su nórdica obsesión por el rigor analítico: en esos años (90) eran tantas las zonceras que se decían y escribían bajo el título de posmodernismo, que don Jon se había terminado cansando y, simplemente, y sin pretensiones de universalizar su principio, establecía prioridades para sus interminables lecturas. Las posibilidades del "verso" (el bulshit del que hablaban los marxistas analíticos de esos años) quedaban entonces desplazadas.
Muchos años después, confieso que tengo un prejuicio similar al del maestro: yo escucho o leo la palabra "mediático," y paso a leer otra cosa, o dejo de escuchar. Son tantas, pero tantas las tonterías con pretensiones que se escriben hoy sobre el tema (tratando de repetir, mal, los resúmenes de solapa de libro, de teorías del lenguaje y de los medios que ya eran viejas cuando las presentaba el canadiense McLughan en los años 70).
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3 comentarios:
Correcto. Hay textos y expresiones literarias que nos exaltan el pensamiento de tal modo, que se torna inevitable dejar de leer y pasar a otra cosa; como podar una planta, dibujar o cocinar, por ejemplo.
Erica
Los re banco a los dos. De cualquier modo, peor es cuando algun autor vacio y presuntuoso habla de modernidad tardia o, peor aun, utiliza la palabra tardomodernidad. Un chanta
Díganselo a Daniel Filmus, que fue, durante los 90', el gran abanderado de esa palabra. En sus 'libritos' sobre educación, no se lee otra cosa que 'posmodernistmo', 'post-fordismo', post-estructuralismo y la misma sanata de siempre...
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