Nota que publico hoy en Clarín (aparece en polémica o contrapunto con nota de Diana C.A.)
Muchos de nuestros compatriotas han
sufrido de modo trágico las consecuencias de la inseguridad. Frente a ellos, lo
primero que necesitamos hacer es un acto de recogimiento, que nos ayude a acompañarlos
en su infinita angustia. Y para acompañarlos, también, necesitamos seguir pensando.
Lamentablemente, sin embargo, la reflexión
y el diálogo sobre estos temas no parece fácil. A las víctimas, muchas veces,
el dolor las silencia, y en otras, las lleva a actuar con ánimo de venganza o
revancha; a la clase política, el aburrido discurso de la “mano dura” le resulta
demasiado redituable como para abandonarlo; a algunos jueces, una versión boba
del discurso de las garantías los lleva a creer que garantizar derechos implica
no hacer nada, mientras que a otros magistrados, el discurso de la seguridad los
obnubila y arrastra en un camino de irresponsabilidad punitivista; a parte de
la dirigencia empresaria, el discurso de la indignación frente al delito le
sienta muy bien, pero a cambio de una gran complacencia ante las propias faltas,
que raramente son sancionadas. En definitiva, todos, de un modo u otro, tenemos
nuestros juicios sesgados en la materia, y a todos nos cuesta sentarnos a
pensar con los demás. Pero otra vez: no podemos resignarnos a no discutir con
los otros sobre estos temas. En este espíritu –tentativo y provisional-
quisiera aportar algunos comentarios sobre las víctimas, los victimarios, la
sociedad y el Estado.
Sobre las víctimas, es muy importante que
reconozcamos que el absoluto respeto, respaldo y cuidado que merecen, no
significa que las políticas de seguridad deban ser decididas sólo por ellas.
Las víctimas tienen una voz que debe ser escuchada siempre en estas discusiones,
pero su voz no es la única a la que debe prestarse atención en el debate, ni
una que deba considerarse más valiosa o digna que la de los demás. En el mismo
sentido, es importante que no confundamos a la voz de “muchas víctimas” con “la
voz del pueblo,” o “la voz de la democracia”: la democracia es otra cosa, que
puede coincidir o no con las opiniones vertidas por las víctimas o sus
allegados, luego de cometido un crimen.
En segundo lugar, necesitamos reconocer
que los derechos de las víctimas y los de los victimarios no guardan entre sí
una relación de “suma cero”. Esto es decir, una actitud de respeto hacia las
víctimas no nos debe llevar a pensar que los imputados no tienen derechos, ni a
creer que respetar los derechos de los acusados representa una falta de respeto
o un insulto hacia las víctimas. Simplemente, necesitamos aceptar (y exigir)
cosas tan básicas como que nadie debe ser torturado, que todos merecen un
juicio justo, que aún las peores personas siguen siendo -y merecen ser tratadas
como- personas capaces de reconocer sus errores, o de arrepentirse de sus peores
actos.
Sobre la sociedad en general, diría que
no es aceptable que se nos reconozca el derecho al voto, a la vez que se restringe
nuestra participación en la creación, aplicación e interpretación de las normas
penales. Pero lo cierto es que la Constitución limita nuestra intervención en
tales cuestiones, como lo ha hecho el actual gobierno durante todo este tiempo:
primero arruinó el Código Penal imponiendo, sin debate, las “reformas
Blumberg”, y ahora dejó la reforma integral de ese Código exclusivamente en
manos de expertos. Nuestra participación no es una amenaza –como lo piensa la
elite en el poder- sino un derecho.
En relación con el Estado, tenemos que
dejar de pensar que la única respuesta posible frente a una falta grave es la
cárcel –la privación de la libertad. El derecho penal nació asegurándonos que la
violencia estatal iba a aplicarse sólo en casos extremos, y como ultima ratio. Sin embargo, hemos
naturalizado su presencia. Peor aún, frente a la infinita cantidad de faltas imaginables,
tendemos a asumir que la única respuesta posible es siempre el castigo penal
–la imposición de dolor- y que la única forma posible del castigo es la
privación de la libertad. Necesitamos reconocer que, frente al crimen, hay mejores
respuestas que la violencia –del mismo modo en que cualquier padre reconoce, aún
frente a las más graves faltas de sus hijos, que hay otras respuestas
diferentes y más apropiadas que la del recurso a la violencia.
Finalmente, siempre, pero especialmente
en una sociedad tan injusta y desigual como la nuestra (pocas veces, como en
esta época, tan desigual e injusta) el Estado tiene que ganarse la autoridad
para ejercer reproches o imponer castigos. Piénsese en el padre de familia que
abusa de su hijo y no le brinda cuidado, y luego se manifiesta indignado cuando
su hijo que comete una falta. Frente a tal situación podemos decir: “este joven
cometió una falta, es responsable por haberla cometido, y debe rendir cuentas
por ella,” y al mismo tiempo reconocer que su padre no tiene autoridad para levantar
el dedo acusador contra aquel a quien sistemáticamente ha maltratado. Lo mismo
el Estado: nuestro Estado injusto y arbitrario debe aprender a respetarnos cada
día –a todos y a cada uno, como hoy no lo hace- para luego ganarse la autoridad
de pedirnos cuentas, que hoy simplemente se arroga.
5 comentarios:
me gustó esta nota a Beraldi, un análisis muy equilibrado del proyecto de reforma, algo raro en nuestros pagos
http://www.lanacion.com.ar/1738777-carlos-beraldi-la-clave-es-construir-consenso-y-garantizar-independencia
Roberto:
Muy buena nota. Coincido plenamente.
Importante también que las víctimas no piden siempre venganza o la muerte de la persona que cometió el delito. Muchas veces se las quiere mostrar de una manera que no es, perjudicando así la reflexión y aprendizaje de cada situación particular.
Y me permito destacar algo: creo que es tu acercamiento más abolicionista de todos. Siempre lo haces, pero esta vez es con todas las letras. Genial que sea en un medio de comunicación.
Roberto: creo que así como hay libros de divulgación científica debería haber también libros de divulgación de teorías etícas, sociologicas, juridicas, etc. para que la gente pueda concer los argumentos por los cuales se defiende tal o cual postura. En general no se conocen los fundamentos de una visión garantista del derecho y se piensa q es un capricho o una cuestion demagogoica. seriá interesante que estos temas puedan tratarse en un ambito más amplio.
luis
Me parece que tu articulo es un buena aporte en ese sentido.
saludos,
Luis
ay RG, sencillamente excelente. una voz tan necesaria y urgente la tuya. Sintética, al grano y al mismo tiempo en lo profundo del hueso. GRACIAS. Abrazo. Florencia.
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