Hay dos escritos de Rousseau, en particular, que resultan tan espectaculares como poco estudiados. Son sus "propuestas constitucionales para Córcega," y sus "Consideraciones sobre el gobierno de Polonia." Los dos escritos fueron hechos en su vejez, por encargo, y le permitieron por primera vez, efectivamente, pensar sus consideraciones teóricas más abstractas, del Contrato Social en particular, aplicadas a una práctica concreta.
El escrito sobre Córcega destaca, en particular, por su entendimiento colectivista de la propiedad, por su énfasis en la economía "agraria," el modo en que vinculó al comercio con la riqueza y la corrupción, sobre todo la corrupción moral. Hay un consejo, en particular, que me parece extraordinario, y que siempre está presente en lo que él escribe:
Cuando pensemos sobre la economía, pensemos primero en el objetivo que queremos lograr. Si lo que nos interesa es "producir riqueza, entonces vayamos por una economía comercial." Si lo que nos interesa, en cambio, "es asegurar la libertad, pensemos en la agricultura." Hoy las condiciones han cambiado, en el sentido en que no podemos basarnos, como entonces, en esa lectura dicotómica sobre la economía. Pero la idea sigue siendo crucial: Primero, la economía no gobierna, sino que gobiernan las decisiones de moral política. Segundo, cada forma de organización económica está vinculada a ciertos fines, y a cierto tipo de ciudadanos.
Si no prima el amor por la comunidad, dice Rousseau, si no prevalece "en el corazón de cada ciudadano," lo que tiende a prevalecer es "simplemente, el amor por el dinero." "Que no prevalezca la riqueza pecuiniaria a cambio de la riquea moral." Es sólo la última la que nos permite convertirnos en dueños de nuestras propias vidas. Tomaba entonces partido por la economía agraria, la simplicidad de costumbres. "Debe suprimirse el lujo suntuario, pero a través de la ley, sino a través de una administración que lo convierta en imposible."
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