Ya que estamos en Semana Santa, relajamos con un café. Lo primero a decir: Los cafés de Londres tienen ese no se qué...En realidad sí se qué: el agua que es mala. Y como el agua, normalmente, constituye el 98% del café, si el agua no está bien, uno ya tiene que el 98% del café está mal. La cuestión se agrava porque la leche tampoco es buena (en realidad, hoy no sé dónde califica como muy buena). Así que el café londinense está en problemas serios.
Dicho esto, habrá que agregar que, luego, toda la parafernalia está. El triste lado Starbucks del mundo se encuentra aquí bien a resguardo: los hay a montones, ya sea en su versión originaria, ya sea en su versión inglesa (las cadenas Costa y Nero que, más radicalmente que la madre norteamericana, explotan hasta el ridículo el costado italiano del café). La otra orilla del mundo, la orilla del mundo-barista, también lo tiene todo: Londres ha explotado en cientos de cafés con toda la tecnología de punta, y los cool-baristas preparan, pongamos, un "flat white" (el preferido de A.Ch. y los cafeteros de por acá) como si tallaran un diamante. Los baristas hacen la florcita, filtran el café, lo aeropressan, lo hacen descansar con una Chemex o, si no decís nada, lo preparan con la "one and only," "la" máquina infernal italiana La Marzocco. La Marzocco (acá) -no hay que olvidarlo- es un legado de los magos florentinos (acá entrevista a Piero Bambi, hijo del mítico fundador Don Bambi, algo así como el Enzo Ferrari de las máquinas de café) y se impone en los buenos cafés de Londres y del mundo (no así en Italia, ja¡).
La super-sofisticación del café (que no ha llegado a la Argentina, y es una pena), tiene costados muy negativos por acá, siendo uno el que se hace difícil tomar un café tranquilo, sin estar acosado por hordas de gente "inn", que terminan por impedir la experiencia plena del café sin más. En la Argentina, en cambio, el café es en general mucho peor, a pesar de que el agua y la leche son mejores. Fallamos, sin embargo, en todo el resto: casi no hay baristas, las máquinas son de cuarta, y los granos que se usan habitualmente son los más baratos posibles (pongamos, Cabrales), con lo cual estamos condenados. La experiencia del café (que no el gusto), suele ser, en cambio, mejor que la de Londres.
De todos modos, en Londres también suele haber refugios, independientes y aislados de la movida electrizante. Uno se encuentra, por ejemplo, con lugares como el Algerian Coffee Store (acá y en la foto que acompaña este post), que están hace decenas de años, que se especializan en lo que hacen, y que saben ganar, a fuerza de historia y buen trato, el cariño de uno. El local se dedica, sobre todo, a la venta de café en granos, pero igual uno puede tomarse un buen café. Allí fuimos hace unos días, con Ramiro AU, y por primera vez compré -y consumí luego- el famoso, carísimo y por cierto buen café Kopi Luwak (el café del mono, acá), que se vende en su versión "clean" y filtrada, pero también en su versión "unfiltered," que en nombre del buen gusto no podré describir aquí (impresionante).
1 comentario:
Muy bueno!. Gracias por compartirlo.
Jorge
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