Andando por una calle
perdida de Napoli (o, mejor, andando perdido por alguna calle de Napoli) me electriza un sonido conocido pero completamente
infrecuente: el ritmo de la tammurriata. Sabía de la
existencia de esta música por el “gruppo operaio” E’ Zezi, la Nuova Compagnia di Canto Populare, o también vía Marcello Colasurdo –todos practicantes, de uno u otro modo, del tremendo
ritmo. Pariente distante de la tarantela, la tammurriata tiene como
condición necesaria sólo dos elementos: la voz y la tammora -una especie de
pandereta, grande y vistosa. Luego se le pueden
agregar varios otros instrumentos, incluyendo al acordeón, la flauta, las castañuelas, o la guitarra. En
uno de los mosaicos más conocidos recuperados luego de las excavaciones en Pompeya –hablamos de varios
años antes de Cristo- ya se ve a alguien tocando la tammora. A mí me toca agradecer a una pareja algo punk, algo
fisurada, que hipnotiza y parece hipnotizada mientras tammurrea.
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