11 jul 2009
Decir que no
En una nota que circuló bastante estos días -la nota no está mal- Umberto Eco se refiere a que el problema de Italia no es Berlusconi, sino los italianos. La frase fue citada por todos lados, pero lo más interesante del texto es una vieja referencia a los 12 gloriosos profesores que se pusieron de pie para decirle no a Mussolini, negándose a jurar por el fascismo. Fueron los únicos, de los 1200 que había entonces. En palabras de Eco:
"En 1931 el fascismo impuso a los profesores universitarios -1.200 entonces- jurar fidelidad al régimen. Sólo 12 se negaron y perdieron sus puestos (...) Esos 12 salvaron el honor de la Universidad y en definitiva el del país."
La nota no incluía los nombres, pero vale mencionarlos. Estos son los 12:
Tres juristas: Francesco Ruffini, Edoardo Ruffini, Fabio Luzzatto
Un antropólogo: Marco Carrara
Un teólogo: Ernesto Buonaiuti
Un matemático: Vito Volterra
Un cirujano: Bartolo Nigrisoli
Un orientalista: Giorgio Levi Della Vida
Un historiador de la antiguedad: Gaetano De Sanctis
Un químico: Giorgio Errera
Un estudioso de filosofía: Piero Martinetti
Dijeron que no, y todavía los recordamos. A muchos de los otros mejor olvidarlos (entre ellos, algunos animados a quedarse por el Vaticano que sugirió -fiel a un estilo- "jurar, pero con reserva interior").
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6 comentarios:
Convendría recordar ahora el (in)suceso con Bobbio y aquella carta que le dirigiera al Duce Mussolini, fechada el 8 de julio de 1935, “¡Excelencia! (…) crecí en un ambiente familiar patriótico y fascista (…) fui encargado de pronunciar discursos conmemorativos de la Marcha Sobre Roma (…) realicé estudios de los que extraje los fundamentos teóricos para la firmeza de mis opiniones políticas y para la madurez de mis convicciones fascistas”. Finaliza expresándole “la seguridad de mi total devoción”.
Casi sesenta años después de remitida, esta carta apareció en los archivos y fue publicada en el semanario Panorama como parte de un artículo sobre las concesiones de los intelectuales antifascistas, atizando una gran polémica que obligó a Bobbio a explicar que lo hizo porque “la dictadura corrompe los ánimos de las personas. Fuerza a la hipocresía, a la mentira, al servilismo, y esta es una carta servil”.
Dijo entonces que usó sus méritos fascistas para sacar una ventaja, porque “para salvarse en un Estado dictatorial se necesitan almas fuertes, generosas y valientes, y yo reconozco que con esa carta no lo fui, y no tengo el menor reparo de hacer una vez más un examen de conciencia”. Posteriormente, en La República, el filósofo Eugenio Garin, escribió que: “Aunque en su fuero interno fuera contrarío al régimen, participando clandestinamente en intensos para derribarlo, debía mantener una conducta externa que le permitiera seguir ejerciendo sus actividades (…) Era un intento de legítima defensa”.
Describió Bobbio más tarde este suceso como la “experiencia mas humillante y la misma por la que tuvieron pasar cientos de italianos para no ir a la cárcel”. No obstante, su influencia moral e intelectual no decayó en lo más mínimo, pues su actividad antifascista durante la Guerra fue intensa y a prueba de dudas. Se convirtió además en importante asesor de los políticos progresistas italianos, así como contrincante de algunos de ellos.
Desde 1940 hasta 1948 permaneció en Padua, menos los cursos de los años 43-44, que los pasa en Turín con la actividad política clandestina, y 44-45 impartiendo clases de Filosofía del Derecho en la Universidad de dicha ciudad. Colabora en el periódico clandestino L´Ora dell´azione. Después de la liberación italiana en 1945 inicia una corta actividad de periodista político en Giustizia e Libertà. Y durante el período nov.-dic. estudia en Inglaterra.
El asunto puede que sea más complejo... quedarse, cumpliendo cínicamente con el rito de juramento pero abriendo algún espacio de educación democrática en la cátedra, siempre en el filo de la censura, o simplemente irse y exiliarse en otro país, privando a los estudiantes de contar con visiónes críticas del régimen, en la medida en que la represión en la Universidad lo permita... Talvez vuelve una pregunta clásica: ¿se puede hacer algo en contra, desde el interior del ŕegimen? ¿o automáticamente el intelectual queda cooptado? ¿se puede hacer algo desde el interior de la iglesia? ¿Es necesario rechazar todo en bloque, situarse al margen para ser verdaderamente consecuente, crítico y enemigo de un estado de cosas? Lo que creo que sí es cierto, es que es la manera más sencilla.
El asunto adquiere una trascendencia obvia cuando se trata de académicos, aún más cuando se encuentran enmarcados en las ciencias sociales; pero celebro de todas formas que las miradas se desvíen un poco de los gobiernos y mas bien se reflexione sobre la responsabilidad de los ciudadanos al elegir a semejantes gobernantes... Kymlicka escribió algo parecido "el retorno del ciudadano" creo que se llama su corto escrito, en el que muestra que un Estado Liberal no puede garantizar derechos si los ciudadanos no se responsabilizan de sus acciones. Cuando será que la crítica pasa de criticar las malas estrategias polícas a las malas decisiones de la ciudadanía...
es lo mas sencillo??? quedarse sin trabajo por defender las ideas de uno es lo mas sencillo????!!!!
hola leonardo, gracias por el racconto!
Un poco disparatada esa afirmacion que 12 personas puedan representar a "los italianos" y que menos aun que "hayan salvado" el "honor" del pais. Quizas es lo que le guste a Ecco pero no es realista. Seria lo mismo afirmar que Mussolini representaba a todos los italianos y que no habia italianos que esten en desacuerdo con el y, por lo tanto, los que estaban en desacuerdo no eran italianos. Esas generalizaciones llevan el germen de los autoritarismos. Hay que aceptar que las sociedades son complejas y que es imposible que todos esten de acuerdo.
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