La construcción social del “monstruo”
y la teoría del castigo, a partir de tres películas
Quisiera aprovechar esta oportunidad para comentar tres películas, bastante
diferentes la una de la otra, pero que pueden servir, en conjunto, para dar
inicio a un buen curso, o al menos una buena reflexión, sobre teoría del
castigo. Las películas en las que estoy pensando son: El Chacal de Nahueltoro, de Miguel Littin (Chile, 1970); el
documental Bus 174, de José Padilha
(Brasil, 2002); e Irreversible, del
argentino Gaspar Noé (Francia, 2002).
Introducción. Quisiera aclarar, ante todo, que las películas
que voy a comentar no se encuentran –al menos todas ellas- entre mis favoritas,
ni me han gustado todas del mismo modo. La película chilena, El Chacal, me parece interesante, aunque
también creo que ha envejecido mucho, y no especialmente bien, y que la obra es
susceptible hoy –contra lo que podría haber deseado su autor- de una lectura
muy conservadora, en materia de castigo penal. Irreversible, mientras tanto, me parece una película efectista, con
muchos golpes bajos, y sugiere una decidida vocación, por parte de su autor, de
shockear al espectador, de conmoverlo en su butaca. Sin embargo, y a pesar de
ello –y tal vez a pesar mismo de su autor- la película puede ayudarnos a pensar
mejor sobre un tema difícil, relacionado con los modos en que concebimos el
castigo, y las formas en que nos relacionamos con los autores del hecho que
reprobamos. Finalmente, al documental de José Padilha, Bus 174, lo considero una obra excepcional: podría recomendarlo a
quien quisiera entender algo sobre la represión penal, sobre la policía, y aún –más
en general- sobre Brasil o Latinoamérica misma. Creo que representa el mejor
manual de sociología brasileña dado a conocer en mucho tiempo. En su sobriedad
y agudeza, sin embargo, la película me resulta muy contrastante con dos de las
obras inmediatamente posteriores del mismo autor, esto es, Tropa de elite I (2007), y Tropa
de elite II (2010), referidas a los escuadrones especializados de la
policía de Río, destinados a la lucha contra el narcotráfico. Estos dos filmes
–éxito de público en su país y en el exterior- se acercan peligrosamente a
convertirse en triviales “películas de acción”, jugando con la ambigüedad de su
propuesta, y buscando desesperadamente el triunfo comercial (la aparición de Tropa de elite II, luego del éxito de la
primera, no parece indicar que el autor buscara profundizar en un mensaje que
había quedado incompleto, luego de la aparición de aquella). Describiré
brevemente, en primer lugar, a los tres filmes.
i) El Chacal relata la historia de un campesino pobre
y analfabeto, Jorge del Carmen Valenzuela Torres, responsable del asesinato de
su mujer y sus cinco hijos. Aparentemente, el campesino –que sufría de
alcoholismo- se indignó cuando la mujer con la que había comenzado a convivir
regresó al hogar declarando no haber podido cobrar, ese día, su pensión de
viudez. El hecho que comentaba ella era real, y había sido el producto de cuestiones
meramente burocráticas. Sin embargo, su pareja entendió que se trataba de una
mentira destinada a impedir que él usara el dinero para seguir tomando. La
venganza escogida de su parte fue tan brutal, que Jorge del Carmen –apodado,
desde entonces, El Chacal- persiguió y mató cruelmente a su mujer y a cada uno
de sus hijos. Por el horrendo crimen múltiple, el asesino fue apresado y,
finalmente, condenado a muerte.
La película reconstruye lo ocurrido, con detalle, pero elige poner el
acento, además, en una serie de cuestiones particulares. Ocurre que El Chacal
vivió en prisión casi tres años y en ese corto lapso pareció convertirse en
otra persona. En poco tiempo, aprendió a leer y escribir, abrazó la religión
católica, comenzó a destacarse fabricando como artesano, fabricando guitarras…Sin
embargo, y a pesar de tales cambios, El Chacal terminó sentenciado a muerte, cuando
todos reconocían la radicalidad de los cambios que había conseguido imponer
sobre su carácter. La película nos ayuda a poner el foco en una cantidad de cuestiones
de interés, y nos mueve a formularnos preguntas de importancia. Por un lado,
nos ayuda a pensar sobre las condiciones culturales de la criminalidad: otras
condiciones de vida, otras formas de trato, otro ámbito de sociabilidad, ayuda
a construir personas y, finalmente, comunidades diferentes. Por otro lado, reconocemos
de qué modo todos nos apresuramos a señalar, estigmatizar y condenar a alguien
–que, pasa a ser, desde su detención, un monstruo,
un ser anti-social, bestial, brutal, irrecuperable. Sin embargo, El Chacal se
recupera, cambia, muestra que puede ser otra persona, que es capaz de aprender
a mirar al mundo de otra manera. Y a la vez, y sin que nada de ello importe, la
película nos muestra de qué modo las autoridades del caso se resisten a pensar de
otra forma, se niegan a reconocer que las personas pueden cambiar: son ellas
las que no cambian, y las que escogen como respuesta, frente a las muertes, la
muerte del detenido.
ii) Irreversible.
Mientras que la película de Littin ficcionaliza un trágico hecho real, la
de Gaspar Noé documenta una ficción, que parte de un hecho trágico, verosímil
pero irreal. Irreversible relata una
historia que ocurre, en principio, en un solo día, en París: una mujer joven,
bonita, embarazada, es brutalmente violada; y su novio y ex novio salen,
desesperados, brutales, a buscar al violador, para encontrarlo y ajusticiarlo
del peor modo. El carácter distintivo y más notable de la película está dado
por el hecho de que la misma es contada desde atrás hacia adelante (en trece
escenas). La primera escena que vemos, entonces, nos sitúa frente a dos sujetos
que corren, gritando frases racistas, fuera de sí, violentísimos, y que
–equivocando a la víctima- destrozan el cráneo de un sujeto (a quien confunden
con el violador), a golpes con un matafuego. Luego, la película avanza -es
decir, la historia retrocede- lo cual nos permite poner en contexto ese hecho
animal. Vemos entonces la violación que había sufrido la joven, vemos que ella
acaba de saber de su embarazo, vemos los vínculos afectivos que unían a los
protagonistas que van en busca del violador, más allá de sus diferencias.
Vemos, en definitiva, a personas –los asesinos- muy parecidas a uno, que en una
situación de emoción violentísima reaccionan de modo descontrolado. La película
termina -es decir, la historia comienza- con uno de los protagonistas saliendo
a comprar vino, para celebrar la noticia del embarazo. El último cuadro del
film nos presenta una imagen bucólica, con la joven protagonista, feliz, rodeada
de niños, mientras se escucha el segundo movimiento de la séptima sinfonía de
Beethoven. Final amoroso de la película, para un comienzo animal.
En Irreversible nos encontramos,
otra vez, con algunos humanos presentados como monstruos -en este caso
racistas, asesinos, impiadosos, crudelísimos. Sin embargo, el autor del film,
tal vez a pesar suyo, nos fuerza a pensar, también, sobre el apresuramiento
habitual de nuestros juicios, y la fuerza habitual de nuestros prejuicios. No
se trata de decir, aquí, que los dos jóvenes que corren, desbocados, en busca
de venganza, son personas perfectamente honorables; ni que no merecen reproche alguno
por parte del resto de la comunidad. Pero ocurre que, dada la estrategia
narrativa escogida por el autor, nos vemos forzados a re-situarnos, y a poner
en contexto nuestros juicios y prejuicios. Si nos quedábamos con la escena
inicial –que uno mira tapándose la cara, tratando de no mirar ni escuchar- era
difícil no sentir la máxima indignación y alimentar –uno también, pero frente a
los criminales- deseos de venganza contra semejantes monstruos. Nos preguntamos
para nuestros adentros: quiénes son estas bestias asesinas, estos
menos-que-humanos, estos forajidos que no merecen perdón? Con el desarrollo de
la película, sin embargo, la situación cambia, y tendemos a cambiar aquella
primera sensación de extrañamiento, por un proceso de identificación mucho
mayor hacia los protagonistas: ellos son demasiado parecidos a cualquiera de
nosotros. Y entonces? Qué decimos ahora? Qué condena pedimos para aquellos que
ahora vemos tan parecidos a nosotros? Nos ponemos a salvo, simplemente,
diciendo que nosotros nunca hubiéramos llegado tan lejos como ellos? O
reconocemos que ese tipo de actos, brutales, siempre condenables, están
demasiado cerca de nosotros como para tratarlos, simplemente, como expresiones
de seres que no comparten nuestros propios rasgos de humanidad?
iii) Bus 174 no es pura ficción; ni una reconstrucción,
a través de actores, de un hecho real, sino un documental que recoge el testimonio
de cientistas sociales, familiares de las víctimas, testigos, frente a un hecho
criminal. Se trata del secuestro de un autobús, producido a plena luz del día,
en uno de los barrios más ricos de la ciudad de Río de Janeiro, en junio del
2000. Sandro do Nascimento, un joven armado, evidentemente drogado, de aspecto
violentísimo, fuera de control, toma ese autobús, en medio de la ciudad, y el
autobús y con él el país entero se detienen. La circunstancia de que el hecho
se produjera durante el día, en una zona céntrica y en un medio –un autobús-
visible, a través de las ventanas, desde los cuatro costados, dan al hecho una
dimensión especial. Mucho más aún, porque –previsiblemente- apenas se produce
la toma del automotor, decenas de cámaras de televisión llegan al lugar del
hecho –además de policías, cientos de testigos, un escuadrón de SWAT. La toma
dura cuatro horas, que son registradas por numerosos medios de noticias, lo
cual hace posible que el director de la película cuente con un extraordinario material
fílmico para dar cuenta de lo acontecido. Podemos ver, entonces, cantidad de
imágenes de ese joven bestial, que da miedo; que se desplaza como un felino en
busca de sangre, a los gritos, amenazando de muerte a todos los pasajeros; que
apoya su pistola en la cabeza a todos ellos, aullando y saltando de un extremo
al otro del autobús. Si el director hubiera querido quedarse con esas imágenes
–que son, finalmente, las que fueron trasmitidas a todo el mundo, al momento en
que se producía la noticia- hubiéramos podido tener un documental dolorosísimo
sobre un hecho brutal, perpetrado por un salvaje.
Sin embargo, el director tiene la extraordinaria habilidad de evitar esa
reconstrucción complaciente, conciliatoria con la realidad, y ratificatoria de
una cultura de “mano dura”. Contra dicha inercia, José Padilha empieza a dar
pasos atrás, y a reconstruir la historia personal de Sandro, el autor del
delito –un joven que termina
entregándose a la policía, y muere en manos de aquella, cuando ya se encontraba
detenido y esposado. Nos enteramos, entonces, de que Sandro era un chico de la
calle, que había llegado a esa situación de completo desamparo luego de haber
sido testigo del modo en que su madre era asesinada, frente a él. Mucho peor,
nos enteramos de que Sandro había sido uno de los pocos sobrevivientes de la masacre de la Candelaria. Dicha masacre
refiere a uno de los hechos más trágicos en la historia de la violencia
para-policial de Brasil, cuando un “escuadrón de la muerte” dio sangrienta
muerte a cantidad de niños que dormían, sin techo, en los alrededores de la
Iglesia de la Candelaria. Y eso no es todo: como joven niño, Sandro también
había sido encerrado y tratado de modo brutal, en una cárcel de la ciudad.
Es que nos quiere decir el director que, en verdad, Sandro era inocente,
que no había sido él el protagonista de aquella feroz toma de rehenes,
producida en medio de la ciudad? No, en absoluto. Sin embargo, otra vez, la
película nos insta a poner las cosas en contexto, a dejar de lado prejuicios, a
pensar los acontecimientos otra vez, y de un modo diferente y mucho más rico.
Si nos quedábamos con las imágenes que se pasearon por todo el mundo, nos
quedábamos, también, con la imagen de otro monstruo, otra bestia que merecía
ser calmada -“disciplinada a palos”, como diría Antony Duff- por la policía. Si
miramos un poco más allá, sólo un poco –como nos ayuda a mirar el director-
vemos a un joven completamente distinto, lleno de vida y silencio, aterrorizado
por la cantidad de violencia que había sufrido sobre su propio cuerpo, a lo
largo de su vida -una injusticia tras otra. Tendemos, entonces, a sentir piedad
y amor, antes que nuestro propio odio, alentado por la superficial cobertura
periodística del hecho.
Un balance desde la teoría
del castigo. Presentados
estos tres filmes, permítaseme entonces, a continuación, hacer algunos
comentarios generales, relacionando a los mismos con algunos temas que
considero relevantes, vinculados con la teoría del castigo. Se tratará,
simplemente, de algunos apuntes destinados a servir, en todo caso, como
disparadores de posibles discusiones futuras.
- El monstruo. El criminólogo noruego Nils Christie,
referente de las teorías críticas y abolicionistas en materia penal, solía
decir que, a pesar de haber recorrido cárceles en decenas de países, a lo
largo de toda su vida, nunca se había encontrado con el monstruo. Y sin embargo, casi en cada una de ellas, casi cada
vez, las autoridades que llevaban al profesor extranjero a recorrer las
prisiones le anunciaban –lo prevenían- diciéndole lo siguiente: “ahora
vamos a mostrarte al monstruo que tenemos encerrado.” Christie decía que,
cada vez que había podido hablar con el
monstruo, se había encontrado con personas muy similares a sí mismo, personas
con problemas, con sufrimientos, con enojos, pero nunca con un monstruo,
nunca con alguien con quien no compartiera los rasgos básicos de su propia
humanidad, con quien no pudiera hablar, a quien no pudiera entender, que
no mereciera ser escuchado.
- La obsesión penal. Nuestras sociedades tienden a tratar
las cuestiones sociales con el Código Penal en la mano. Tienden a dar
respuestas penales a problemas sociales. De ese modo, también, construyen
la realidad, y contribuyen a moldear el carácter de quienes viven en ella.
Los problemas sociales, sin embargo, podríamos decir, requieren de
soluciones sociales. Las cuestiones de injusticia social no quedan
resueltas a través de las respuestas de la injusticia penal. Mucho menos,
cuando dicha respuesta penal viene de la mano de autoridades judiciales y
policiales que muestran los terribles rasgos que películas como El Chacal o Bus 174 nos ayudan a reconocer.
- El punto de vista de todas las
víctimas. La
cobertura que los medios de comunicación –incluyendo a la mayoría de las
expresiones cinematográficas- tienden a hacer, frente a hechos de
violencia criminal, resulta habitualmente muy sesgada. Vemos los hechos
violentos desde el punto de vista de las víctimas, de sus familiares y
amigos, que sufren un desgarrado e inmerecido dolor. Necesitamos mirar ese
punto de vista, conocerlo y entenderlo. Pero siempre, también, y sobre
todo cuando lo que estamos haciendo es buscando respuestas colectivas,
públicas, frente a tales desgracias, necesitamos conocer el punto de vista
de quienes han cometido tales actos, de quienes los rodean y tienen afecto
por ellos. Necesitamos, también, dar vuelta la historia (y ésta es la gran
virtud de Irreversible), ver el
otro lado. Necesitamos conocer las biografías de quienes han cometido una
falta, saber de dónde vienen, entender cómo juzgan, ellos mismos, lo que
han hecho, qué razones dan, qué historias tienen (como nos enseña Bus 174). Ellos también,
habitualmente, son víctimas, y tienen mucho para contarnos.
- La responsabilidad del Estado. En un número importantísimo de casos,
los hechos de violencia que se cometen en sociedades como las nuestras,
marcadas por las más profundas desigualdades, nos refieren a la
(ir)responsabilidad del Estado. El Estado en cuestión, habitualmente, es
responsable de no asegurar los derechos y garantías sociales con las que
está comprometido constitucionalmente, y que está obligado a asegurar (esa
irresponsabilidad estatal es la que terminamos por conocer, sobre todo, a
través de películas como El Chacal
o Bus 174). Resulta un grave error
del derecho y de la justicia encarar los crímenes en cuestión poniendo la
atención –exclusivamente- en la violencia cometida por los ofensores.
Resulta un grave error desconocer las violaciones de derecho cometidas por
el Estado, sobre aquellos a los que
ahora juzga como meros delincuentes. Ahora bien, se nos podría decir: Es
que las violaciones de derechos cometidas por el Estado –a través de sus acciones
y omisiones- implican aprobar la producción de otros hechos criminales, en
manos de particulares? No, de ningún modo. Sin embargo, en ocasiones,
tales faltas pueden justificar o excusar algunas conductas que, de otro
modo, serían reprochables (i.e., el derecho suele justificar o excusar
situaciones como el hurto famélico; o hechos vinculados con la legítima defensa).
- La responsabilidad moral del que
comete una falta.
Poner en contexto los delitos que se conocen; reconocer las injusticias
sufridas por quienes los cometen, no nos conduce necesariamente –y como
pensara el Juez Bazelon, por caso, en su momento- a pensar en la
irresponsabilidad penal de ciertos delincuentes que han vivido en un marco
social de horror (“a rotten social background” –decía el Juez). Sin
embargo, otra vez, la responsabilidad moral de esa persona no requiere ser
traducida, necesariamente, siempre y en todos los casos, en su responsabilidad
penal.
- La modalidad de la respuesta estatal
frente al crimen.
Hoy tendemos a pensar que las únicas formas de reproche existentes, frente
al crimen, revisten la forma de la respuesta penal. Tendemos a pensar, a
su vez, que la respuesta penal requiere del castigo –es decir, según la
definición del filósofo H.Hart- “la imposición deliberada del dolor.” Y a
la vez, tendemos a pensar en la prisión –en la privación de la libertad-
como la respuesta “natural”, correspondiente, cuando hablamos de castigo.
Sin embargo, todas estas conexiones resultan muy implausibles, tanto en
términos teóricos como prácticos. Por un lado, podemos reprochar sin
castigar; no necesitamos imponer dolor desde el Estado. Por otro lado, la
privación de la libertad es de las respuestas más extremas, irracionales (en
todo sentido) y trágicas, de las que dispone el Estado, frente al crimen.
Sin embargo, una y otra vez, volvemos sobre dicho camino, como si no
hubiera otros posibles, más sensatos, que no impliquen la brutalidad del
Estado, que no nos lleven a convertir al Estado en Estado brutal, asesino
o violento, para responder a (y entonces reproducir) las agresiones que
pueda haber cometido un particular.
- Irreversible nos ayuda a ver de qué modo tendemos a
cambiar de punto de vista, inmediatamente, cuando vemos que quien comete
la falta que criticábamos resulta ser un sujeto de nuestra misma condición
social –alguien como nosotros, que vive y piensa como nosotros, y no un
sub-humano, como pensábamos apenas cometido el hecho. El Chacal nos ayuda a ver de qué modo, tantas veces, la
respuesta de la comunidad, frente a un crimen, difiere de la que da el
Estado –ello así, sobre todo, cuando la comunidad tiene la oportunidad de
no quedarse con la primera imagen que recibe, del criminal y de los
parientes y amigos de las víctimas –las imágenes que conoce apenas se
produce el hecho brutal. Alguno dirá, apresurado: “la ‘gente’ suele ser
mucho más violenta que el Estado, suele exigir respuestas punitivas cada
vez más duras (de esto se trata, en buena medida, aquello que se conoce
como neopunitivismo penal). Esta
respuesta, sin embargo, es muy problemática, y Bus 174 nos ayuda, otra vez, a entender por qué: No sólo la
“gente” –ese colectivo abstracto que utilizamos tantas veces para encubrir
aquello de lo que no queremos hacernos cargo- exige respuestas punitivas
más duras, sino que cualquiera de nosotros tiende a hacerlo también, si lo
único que se le permite conocer es la superficialidad de un hecho trágico.
Sin embargo, las cosas tienden a cambiar inmediatamente cada vez que se
nos permite conocer más; cada vez que podemos ir más allá de la cobertura
brutal de los medios de comunicación –interesados, simplemente, en ganar
en audiencia o en ventas (objetivos normalmente legítimos, pero reñidos
con las exigencias de la justicia penal y social). Cuando podemos hacer un
análisis detenido, pausado, contextuado, de los hechos, tendemos a mirar
mejor lo ocurrido, tendemos a pensar mejor.
- Las tres
películas, en definitiva, a pesar de sus diferencias de objetivos, a pesar
de sus calidades e intereses diferentes, nos ayudan a reflexionar mejor
sobre cuestiones fundamentales vinculadas con la teoría del castigo. Por
voluntad propia o no, lo mismo da, el cine puede ponerse al servicio de un
derecho más justo.
8 comentarios:
RG, por favor, un comentario sobre la últma nota de H González en P12 que, luego de reconocer el lugar central del humor político en la Argentina, atribuye el carácter ultrajante de la imitación de CFK que hace Fátima en PPT.
La contradicción en que incurre es increíble y su prosa es cada vez más oscura. HG se mira al omibligo, no comunica. Es como si se regocijara en la búsqueda del vocabulario más pretencioso e intelectualizante para decir, además, una banalidad: no me gusta la imitación porque me gusta "Ella".
PD: "Ella" nunca mejor vista en la tapa de Noticias de hoy. Una vieja chota, Pepe dixit...
SI, me llamó mucho la atención (aunque no muchísimo¡)
- El monstruo ...Pero los monstruos están, aunque Neils Christie no los haya visto y bien despiadados que son, muchos andan sueltos, otros presos y otros construyen bóvedas en el sur amparados por una estructura de poder que suele funcionar muy bien con cualquier sistema incluso el restaurativo
La obsesión penal. Suscribo totalmente. Nada que objetar
El punto de vista de todas las víctimas. El victimario es un Sujeto, ahí estamos de acuerdo. Sujetado a su historia y a sus determinaciones. Pero tiene grados de libertad, tiene la libertad de buscar una salida que no lo enfrente a la sociedad, muchas veces elige hacer daño a sabiendas aunque después llore que no y nos impacte mucho y nos impresione.
La responsabilidad del Estado Suscribo totalmente. Nada que objetar.
La responsabilidad moral del que comete una falta. Suscribo pero diriamos, la moralidad es un tema esquivo, inasible, para mi. Yo no pretendo que Lazaro Baez acepte mi moralidad quizás no lo haga nunca solo pretendo que no se robe los fondos que debieron ir a los hospitales.Y la punición se me ocurre el único camino para prevenirlo. Hay una gama de delitos que sí debieran tener otro acercamiento penal, no se puede dar el mismo remedio en distintas dosis a todos los casos. Eso es razonable.
Irreversible volvemos a los mismo que en “el punto de vista de las victimas” Está bien pedirle a la sociedad otro acercamiento al drama de la delincuencia, se puede sensibilizar acerca de la problemática social y quizás se logre así reducir el hiperpunitivismo pero si no se reduce la percepción de impunidad que hoy reina lo veo difícil.
Rg, Diana Cohen Agrest se toma el trabajo de criticar muchas cosas similares a las que decís acá.
A mi no me convencen muchas de sus críticas, pero sería mejor escuchar tu opinión sobre la cuestión.
..por otra parte yo me pregunto, porqué debemos compadecernos del delincuente para reconocerle sus derechos -y no digo que eso es lo que haga RG sólo reflexiono en voz alta.
Porqué no aceptamos su libertad o lo que quede de ella o su inhumanidad en el acto delictivo y aún así resguardamos lo que le corresponde como ser humano y le damos la chance de ser ora cosa. Mh?
Eso y aclarar que no estoy por el hiperpunitivismo. Saludos.
Anónimo de 11:57: además de irrespetuoso, tu comentario también es cobarde al querer presentarlo como dichos de otra persona y, de esa forma, pretender escudarte. Pero también es ignorante porque el calificativo "chota" no lo uso Mujica sino Del Sel, con quien evidentemente te identificás (claro, siempre es más "cool" identificarse con "el pepe" que con un midachi, no?. Pero no hay caso, del inconciente no escapamos). Más aún en un blog en el cual siempre se destacó y aplicó (y espero no se deje de hacer) la única regla del comentario respetuoso y no ofensivo. Pero bueno, sería injusto reducirlo a vos, ya que tu lenguaje cloacal es el mismo que utiliza lanata que, haciendo una supuesta defensa de los pueblos originarios, le da lo mismo que sean designados así o como "indios de mierda" como afirmó ayer en su programa, claro, siempre y cuando "se los atienda". Bueno, suerte para la próxima, ya que en esta no pegaste una.
chalo
Chalo lo que decís de Lanata es una estupidez, es patético que uses ese giro argumental falaz trayendo el insulto puro y sin sentido de Del Sel para atacarlo. No fue un insulto gratuito como el de Del Sel sino algo muy concreto que es pedirle al Gobierno que respete los derechos de los Qom en lugar de priorizar el tratamiento discursivo, algo tan elemental como pedirle a Randazzo que deje de pintar los trenes y se preocupe porque tengan frenos.
Del "inconciente" no escapa el que cree en él, no todos somos creyentes.
muy buen texto. solamente no coincido en tu análisis de la película Irreversible. creo que justifica a los atacantes. igual la vi hace mucho tiempo. creo que las mejores películas para tus análisis serían las de los hermanos Dardenne. El hijo es una gran película que podría ser una muestra de justicia restaurativa. el criminal puede salvarse. la victima puede perdonar. no sé si mi análisis es acertado...
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