Hermosa la aproximación que mostró Cusicanqui sobre el famoso principio constitucional del "Sumak Kawsay," central en el paradigma del "Nuevo Constitucionalismo Latinoamericano" (...). Especialista en la lengua aymara, dijo -sólo para comenzar- que se advierte allí una manipulación inacepable -otra más- de la cuestión indígena (ella -corrosiva al máximo- habla de la figura del "indio permitido," el "indio del Banco Mundial", a la que apelaría el gobierno).
La socióloga comentó que la apropiación del término "Sumak Kawsay" por la cultura dominante parte de un recorte de una idea que, en realidad, es más amplia y compleja. La expresión en aymara no concluye con la apelación a la "buena vida." El "Sumak Kawsay" va en verdad mucho más allá del "vivir bien", e incluye:
i) el "saber escuchar"
ii) el "hablar lo que se sabe," y
iii) el "actuar a la altura de las palabras dichas."
Bueno saberlo.
En su último libro, reflexiona también sobre la cuestión (de forma bien interesante para la discusión argentina, y de los debates que tuvimos por acá, en torno a lo que implica tomar en serio el discutir con otros. Su posición, debo decirlo, se acerca mucho a la que aquí defendimos). Ella nos dice que la noción de "consulta" (en los procesos de "consulta indígena") presupone "una disposición para escuchar la opinión de la persona o colectividad consultada, así vaya en contra de las expectativas de quien realiza la consulta."
Y dice más: dice que el gobierno de Evo parece volver al pasado, en un proceso de "colonialismo interno", pero con un "agravante": "antes las cosas se decían y hacían de frente. Eran los tiempos en que cada porción de selva tropical era vista como un obstáculo a derribar. Los tiempos del desarrollismo agrarista, cuando "pueblos indígenas" y "cuidado de la naturaleza" resultaban términos impronunciables." Hoy, en cambio -concluye- "los gobernantes se llenan la boca con esas bonitas palabras, mientras sus prácticas siguen las trilladas rutas del modelo estatal colonialista, fundado sobre la prebenda, la alienación del trabajo y la destrucción de la biodiversidad. Peor que hace sesenta años, estas prácticas se han vuelto vergonzantes, solapadas y astutas, mostrando no sólo mala fe, sino un velado desprecio racista por la autonomía y dignidad de los pueblos indígenas a los que dicen representar."
Tremenda¡
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