Me puse a ver la última película de Kim-Ki-Duk (Piedad, ganadora del León de Oro en Venecia, 2012). En la primera escena, un inválido se ahorca crudamente. En el segundo acto del film, el protagonista -un despiadado joven, cobrador de deudas impagas- le agujerea el brazo con un torno a un deudor en falta. En el tercero, arroja al vacío a otro, y luego -con el hombre aullando de dolor- le quiebra la pierna a golpes, con ayuda de su madre. En el cuarto acto -y luego de algunas escenas que juegan con las vísceras de los animales que el protagonista come, y que desparrama por su casa- el cobrador corta parte de su aparato genital, y se lo da de comer a su madre. Inmediatamente luego, la viola. Creo que la película era buenísima, pero no me quedé a comprobarlo. Estoy dejando de ser un cinéfilo línea dura.
13 ene 2015
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2 comentarios:
No pasé de la primera escena, mientras recordaba los promisorios comienzos de Ki Duk Kim. No sé qué le pasó.
Me hace recordar el reviente de Gaspar Noé o Van Sant. Paso. Me repugna ese tipo de cine
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