Contó del dramático nivel de tensiones y dificultades que existen entre la comunidad y la justicia. Relató la
anécdota de cómo festejaron, al leer -en la carátula del expediente sobre uno
de los varios miembros de la comunidad, “atropellados” en la ruta- la figura
del “homicidio culposo”: todo se había armado, en cambio, para desestimar un
caso de homicidio doloso, para tornar insignificante otra muerte de los qom.
Contó del modo
en que la justicia caratula “muerte natural” cuando alguien de su comunidad muere de
tuberculosis, u otras enfermedades evitables.
Contó de la
declaración de uno de sus compañeros, en los tribunales de Clorinda, en la cual se refería a los modos en que la policía comenzaba a reprimirlos y ellos
entonces “dispararon” (escaparon corriendo): la justicia tomó la declaración
como testimonio de que los indígenas llevaban armas.
Contó de qué
modo el gobernador Insfrán le concedió, esta semana, una pensión a un miembro
de la comunidad, que antes estaba cerca del partido radical. El gobernador le
dijo: “Para que sepa que ahora le damos la pensión, porque abandonó al demonio.
Para que sepa qué es lo que ocurre cuando se acerca al Partido Justicialista.”
Contó de los
modos en que el gobierno coopta a los miembros de la comunidad, que desde la
situación de miseria en la que están, no pueden negarse a recibir apoyo
económico del gobierno. Contó del modo en que se distorsiona y manipula la idea
de participación: participar significa pasar a trabajar para el gobierno,
abandonar la comunidad. El Estado, dice, condiciona la participación de los
indígenas a que trabajen para él.
Contó de la
burla que representa que se dicten normas favorables a los indígenas (habló del
Convenio 169, del art. 75 inc. 17) y que los jueces las ignoren: no entienden
la cultura indígena, no toman en cuenta esas normas, sólo citan el Código
Civil.
Contó de qué modo a su hermano, enfermo, los médicos del hospital público al que concurrió le preguntaron, apenas llegado, si era pariente de Félix Díaz. Al decir que sí, los médicos le dijeron: “entonces andá y pedile a él que te pague un avión y te lleva a un hospital en Buenos Aires, porque está lleno de plata”.
Contó de las grandes ceremonias realizadas por el gobierno (provincial primero, nacional después: pura propaganda, pura mentira), anunciando que llegaba el agua potable a la comunidad (luego de que los qom llevaran el caso a la justicia): hoy, como entonces, la canilla del agua potable sigue funcionando de 9 a 10 de la mañana. Ese es el acceso que tienen al agua potable. Van corriendo con bidones, sacando recipientes de donde pueden, para llenarlos de agua.
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