Este sábado
tuve el privilegio de encontrarme con el ex Presidente de la Corte Aharon
Barak. Barak es un prócer del derecho israelí, de dimensión internacional. Lo
presento de otro modo, para que se entienda. El siglo xx nos legó una serie de
jueces que forman ya parte del panteón del derecho que conocemos: Earl Warren, en
los Estados Unidos, que presidió en los años 60 la Corte que bregó por la
igualdad racial; Albie Sachs, en Sudáfrica, quien presidiera a la Corte que
dejó atrás el apartheid; P.N.Bhagwati, en la India de Gandhi, que hizo
vibrar al mundo con sus decisiones sobre los derechos sociales; y Aharon Barak,
en Israel. Aunque puedo acordar con algunas de sus decisiones, y desacordar con
otras, es claro que Barak cambió, para siempre (supongo), y para mejor (sin
dudas), al derecho israelí. Fue él quien impulsó la “revolución constitucional”
en Israel (un país que no tiene Constitución escrita, sino “leyes básicas”), y
comenzó a dar vida a la incipiente normativa en materia de derechos humanos
(fue Barak, por ejemplo, quien impulsó la invalidación de la tortura, cuando el
gobierno israelí quiso legalizarla). Hablé con Barak un viernes, y el sábado
mismo me invitó a su casa. Me recibió en sandalias, con una mesa llena de
frutas, y en compañía de su amorosa esposa (ho con algunos problemas de salud),
muy preocupada porque yo estuviera cómodo (ella le hacía permanentes
comentarios, por lo bajo, a Barak, para que me sirviera torta, o para que me
trajera un pequeño escritorio, para que yo pudiera tomar notas). A sus 86 años,
Barak aparece como una persona lúcida, activa y sin miedos. Vive en un
departamento modestísimo -un hecho imposible, a los ojos de un argentino, teniendo
en cuenta que él presidió la Corte durante más de 10 años (desde 1995 al 2006),
y sin custodia. Ello, a pesar de que, todavía hoy, y luego de casi 20 años que
dejó la presidencia de la Corte, sigue habiendo manifestaciones frente a su
casa, por parte de los adversarios de la “revolución liberal”, que identifican
en Barak a su principal enemigo, la persona que simboliza aquello que más
aborrecen. A su avanzada edad, sigue escribiendo y dando clases en la
Universidad porque, me confiesa, necesita procurarse el sustento. Increíble.
***
El sábado a la
noche, después del hermoso encuentro con Aharon Barak, salí para la marcha de
protestas que se hace cada sábado. Habían llegado de visita una de sus hijas con
una amiga, que también se sumarían a la marcha, como vienen haciéndolo hace
meses. Barak me ofreció una bandera, para que llevara a la manifestación (la
bandera nacional se adoptó como símbolo de estas demonstraciones, para afirmar su
carácter transversal, antes que liberal o de izquierda), pero le dije que
prefería ir sin ella. Antes de la marcha me encontré con otros tres argentinos,
que también iban para allá, y con quienes disfruté de lo que fue, para mí, un
espectáculo vital y emocionante (aún para nosotros, argentinos, con una ardua
gimnasia de marchas y más marchas). Miles de personas, todavía movilizadas
-alegres, cantando, gritando, exigiendo- después de 5 meses. Y aún así! Y un
poco más todavía! Hacia el final del encuentro, extrañé unos humeantes
tentadores puestos choripán, pero a cambio se podían comprar fabulosos bagels,
en una cantidad de carritos instalados a los costados de la marcha.
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