31 oct 2011
Notas que me interesan
Javier Auyero, "Los sectores populares viven peor que hace 20 años," aca
Owen Fiss, Universidad y prensa, aca
Horacio Tarcus, sobre la izquierda, aca
30 oct 2011
dos mujeres dos voces
28 oct 2011
JORNADAS INTERCATEDRAS
27 oct 2011
Vienen por todos
26 oct 2011
Todo lo que quiero decir sobre el constitucionalismo
Ando terminando (desde hace un tiempo...) un segundo libro sobre el constitucionalismo en América Latina. Al texto lo recorren varias ideas-fuerza, pero una de las más importantes es la que aparece en esta cita de Arturo Sampay, con la que me acabo de encontrar, y que enseguida transcribo. Alguien dirá: "Ah, con cuántas décadas Sampay se anticipó a lo que querés decir." Eso es cierto - aunque no tiene ninguna importancia en este emprendimiento- pero con un matiz importantísimo: Se trata de una cita que proviene de "Constitución y pueblo," un escrito de la última y más radicalizada etapa del pensamiento de Sampay, EN LA QUE SAMPAY SE AUTOCRITICA POR LO QUE (NO) HICIERA, EN LA CONSTITUCION DE 1949 (y pasa a sostener algo idéntico a lo que me interesa sostener en el libro). Dice Sampay:
"La reforma constitucional de 1949 no organizó adecuadamente el predominio y el ejercicio del poder político por los sectores populares, debido, primero, a la confianza que los sectores populares triunfantes tenían en la conducción carismática de Perón, y segundo, al celoso cuidado que el propio Perón ponía para que no se formara paralelamente al gobierno legal un coadyuvante poder real de esos sectores populares, por lo que el nuevo régimen iba a mantenerse hasta que la oligarquía cautivara a los oficiales de las fuerzas armadas. Tal era, entonces, el talón de Aquiles de la mentada reforma y la cual, precisamente como Aquiles, fue muerta por el enemigo en la flor de la juventud a causa de tener vulnerable nada menos que su soporte."
IMPRESIONANTEEEEEEEEEEE
Primero viene el gol de Cárdenas desde la mitad de la cancha (recordad: victoria de Rácing frente al Celtic, campeonato mundial para la albiceleste); y después viene esta cita. Es todo lo que me interesaba decir sobre el derecho constitucional.
foto: venezia sin papas
Estela
Se "va estrenando" Estela ("Verdades verdaderas"), película sobre Estela, basada en el libro de dos grandes guionistas. Ahora en Valladolid, pronto en Mar del Plata. Información, toda muy elogiosa, acá, acá, acá, acá, acá
foto: los dos grandes guionistas (maría laura gargarella, jorge maestro), y otra gente
24 oct 2011
Entrevista a Cepeda
http://ultimainstancia.
Otra vez sobre la reforma
23 oct 2011
En guardia
Triestinas
De q, entre otros temas, sobre los apuntes italianos, acá (Gracias q, tengo unos picis con pepe de regalo)
foto: nada más (venezia)
22 oct 2011
Maga
Holgazanes
21 oct 2011
Debate de antes de ayer
Pina
20 oct 2011
Cursos para profesores universitarios en EE. UU.
El programa Fulbright ofrece becas para asistir a seminarios de especialización sobre Estados Unidos (historia, literatura, religión, relaciones internacionales, etc.) de aproximadamente dos meses de duración que se realizan en distintas universidades de los Estados Unidos.
Objetivo
El objetivo de estos cursos, denominados “Summer Institutes”, es brindar una oportunidad de capacitación a profesores universitarios especializados en la temática de los seminarios. Los candidatos deberán demostrar capacidad para incorporar contenidos curriculares e implementar estrategias innovadoras a partir de los conocimientos adquiridos en la capacitación. Cada seminario tendrá una duración de seis semanas en una universidad de los Estados Unidos a designar e incluirá teoría y práctica.
Requisitos
- Cumplir con los requisitos generales.
- Ser ciudadano argentino nativo o naturalizado y residente en el país al momento de la convocatoria.
- Las becas están dirigidas a docentes y expertos en estudios americanos dedicados a la enseñanza en el nivel universitario. No se aceptarán postulaciones de profesores de inglés.
Beneficios
- Pasaje de ida y vuelta desde la ciudad de residencia del becario hasta la ciudad de destino en EE.UU.
- Visa J1 auspiciada por el gobierno de los Estados Unidos.
- Costos de los cursos
- Alojamiento y comidas
- Seguro de salud para emergencias.
Seminarios (Formularios)
- Cultura y Sociedad de Estados Unidos.
- Literatura norteamericana contemporánea.
- Pluralismo religioso en los Estados Unidos.
- Política y pensamiento político de los Estados Unidos.
- La política exterior de los Estados Unidos.
- Periodismo y medios de comunicación.
Duración
Seis semanas en junio y julio de 2012.
Plazo
Se recibirán solicitudes hasta el 21 de noviembre de 2011
Inscripción por mail
Los interesados en postularse deberán enviar su CV en español y completar en inglés el formulario.
Enviar la documentación a award@fulbright.com.ar. El asunto del email debe ser (Apellido Nombre, Summer Institutes).
Los ganadores serán notificados por mail.
19 oct 2011
Elección popular de los jueces (con p.d.)
p.d.: uy, veo que el amigo arballo escribió justo un lindo post sobre el tema -descriptivo sobre lo que pasó. el post, acá
18 oct 2011
Frenar la violencia
"La unidad básica que lidera Moreno tiene instalada una mesa para repartir volantes y comparte la esquina con una sede del PRO de Capital Federal, sin que hasta ahora hubiera problemas de convivencia. Sin embargo, el sábado, en forma sorpresiva, se instaló en el lugar la camioneta de Jorge Macri, quien en verdad es candidato en Vicente López, del otro lado de la General Paz. Los altavoces de la camioneta fueron puestos al máximo nivel. Según la versión que dan lo miembros de la unidad básica, cuando Moreno exigió que bajaran el volumen fue recibido con insultos, lo que derivó en el incidente que incluyó algunos golpes. Moreno se retiró y todavía hubo algún encontronazo más, pero los militantes del Frente para la Victoria sostienen que no se produjeron ni daños ni lesiones."
Aparentemente, y por razones de espacio, el objetivo reporte excluyó este párrafo: "los militantes de la oposición habrían comenzado a agredirse entre ellos, luego de insultar agresivamente al Secretario de Estado (los altavoces, mientras tanto, seguían en su máximo volumen, aturdiendo a los atónitos transeúntes). Frente a semejantes agresiones, el Secretario de Estado habría interpuesto su cuerpo entre los opositores enfrentados - arriesgando su integridad física- para tratar de calmar la furia de los adversarios. Aún así, a pesar de la heroica intervención del Secretario, los militantes del PRO se habrían producido lesiones entre ellos, y habrían provocado destrozos en sus propios vehículos (más allá de las lesiones auditivas ya provocadas, algunas irreparables)" Algo similar a lo que pasó con la UF y Mariano Ferreyra; o con las patotas de la UOCRA en Santa Cruz: la oposición está tan alterada que insisten en agredirse entre ellos, a pesar de los denodados intentos del oficialismo por evitar que se lastimen entre sí.
17 oct 2011
Una crítica al parlamentarismo como opción para la Argentina
15 oct 2011
Apuntes italianos. XIV. (El brindis final). Rumanos en Spritz
El Spritz es bebida popular de carácter fuerte. Una bebida omnipresente en la región del Véneto; que llegara a la zona en tiempos de la dominación austro-húngara, y que en sus comienzos –que ya no ahora, porque su calidad es otra- apenas combinaba agua con gas y vino blanco. Como ocurre en la Argentina con el vermú o el ferné con coca, se trata de una bebida que toman los obreros cuando tienen algún rato libre, en los días de trabajo; pero también clases más acomodadas, los sábados a la tarde, o a la hora de una salida modesta. Sin embargo, el Spritz pariente del ferné con coca, tiene rasgos de perfil propio. El color no es oscuro negro, sino vivaz naranja -todo un detalle-; una bebida luminosa, antes que opaca; de naturaleza espumante, antes que simplemente amarga. Por eso, cada vez que se ve un Spritz servido sobre la mesa obrera -una copa que reluce y se reconoce de lejos, en destellos naranjas- se ve una callada invitación a sentarse, a sumar otra silla, a prender un cigarrillo y dejar caer la tarde. Una alegría trabajadora, como la música en el quijote, una presencia que señala algo bueno.
El Bar Italia, en la Plaza Goldoni, de Trieste, no es un lugar cualquiera. Hay un misterio allí, algo que no se dice pero que todos vemos. Hay un rumor que transmiten los solos rostros, pero sobre el que hacemos silencio. Somos de algún modo cofrades, aunque lo desmentiríamos todo. Se trata de un hecho singular, escondido y presente, que nos hace sentir como en casa. En el Bar Italia, el de la Plaza Goldoni, se sientan las mujeres altas y exquisitas que fuman pitillos finísimos, y los caballeros con bastón de caoba clara casi blanca y anteojos colgantes, pero hay algo más, porque también están ellos, los inmigrantes que llegan del Este, con el pelo mal cortado, por ellos mismos, y vistiendo la ropa de sus familiares muertos. Hay un enigma allí, en el Bar Italia, el de la Plaza Goldoni, que no pude descifrar en mi corto tiempo triestino, pero es un arcano que se corporiza en preguntas que insisten buscando respuesta: Cómo se explica, aquí, en la altiva Trieste, esa mezcla de gentes? Qué es lo que produce la inusual, sigilosa convivencia? Es la primera vez, en todo mi breve recorrido peninsular, que veo rumanos sentados a la mesa de un bar, y en la mesa de al lado, junto con ellos, italianos, de los bien vestidos. Cómo se explica que aquellos se animen, que estos no huyan? Pero aquí están, aquí los veo. Y frente a mí, en esta tarde de sol todavía compañero, en el Bar Italia, el de la Plaza Goldoni, el maravilloso espectáculo de una larga familia rumana (la madre, los abuelos, los nietos), como otros rumanos por las suyas, simplemente sentados. Escuchen, repito: conversando entre nosotros, esta tarde de domingo que termina, alrededor del brillo de unos Spritz, simplemente sentados.
Tenemos los Spritz, tenemos el Bar de la Plaza, tenemos a los habitantes del Bar Italia, el de la Plaza Goldoni. Y por lo demás, yo parto. En unas horas, dejo Italia; y con ella a estos apuntes, que tan bien me han hecho. Aprovecho entonces la ocasión, para brindar por los que estamos. Quiero alzar mi Spritz y brindar por todos nosotros, los aquí sentados. Y quiero brindar, sobre todo, por quienes llegan a este Bar Italia, el de la Plaza Goldoni, desde tan lejos. Brindo con ellos en nombre de quienes, como los míos, partieron buscando el amparo en la propia tierra no hallado. Brindo con ellos por su deseo persistente, tozudo, de seguir apostando. Brindo con ellos por su disputa muda, sin pedir permiso, por ser iguales al resto. Brindo con ellos porque guardan, entre valijas mil veces hechas, historias que no contarán jamás a sus nietos. Brindo con ellos en nombre de todos nosotros, emigrantes, inmigrantes, hijos de emigrados. Alzo mi Spritz con ellos, por todos nosotros.
Foto 1: rumanos con Spritz en Plaza Goldoni
Fotos 2 y 3: triestinos en Plaza Goldoni
14 oct 2011
Apuntes italianos. XIII (Penúltima entrega). Joyce moja su cannoli en el café triestino
Postales del Véneto
Il grande amico. Dejo Florencia, luego de una brevísima pero amable estancia (pensaba pasar de largo por la ciudad, pero llegué con el autobús, y vi casas bajas, de piedra; vi familias saliendo de paseo, más allá de las estatuas; vi una luz de caricias suaves demasiado amables como para pensar en marcharme así, sin hacerlas mías). Dejo Florencia, decía, en dirección a Trieste. Voy a despedirme del dueño del “albergo” en donde me alojara. Es todo un personaje: un romano mentiroso, que luego de una primera, breve conversación, ya pasó a llamarme, indistintamente, y sin razón alguna que lo justificara, “Il Professore;” “l’ artista”; “il dottore;” “l’ inglese” (¿??). Tan fastidioso. Dejo Florencia, decía, y voy a despedirme del dueño del “albergo,” cuando vemos entrar una pareja, y entonces el dueño, con gestos ampulosos me detiene, y me introduce a ellos, grandilocuente siempre: “Ecco Robberto,” les dice, “il mio grande amico” (!). Lo miro algo asombrado, me muerdo los labios por no decir nada, esbozo una leve sonrisa y empiezo a contar por dentro: uno, dos, tres, cuatro…
El tiempo del hedonismo. Luego de habitaciones desnudas de lujo en un monasterio; luego de albergues de mala muerte junto a las estaciones de tren; luego de apartamentos de pocos euros en barrios de prostitutas; luego de cuartos sin baños; baños sin duchas; duchas sin agua caliente. Luego de todo ello llego al hotel que los organizadores del Seminario nos han reservado, en Trieste. Oh! Oh de las sábanas blancas! Oh de la ducha con agua caliente! Oh de los cuartos enormes, llenos de almohadones abundantísimos, inútiles, sobre la cama! (me recuerdo una vez, con Christian C. en Boston, de los 28 almohadones que contamos, sobre la cama de mi cuarto) Ha llegado el tiempo del hedonismo, me digo. Deposito las valijas en el piso, tomo mi pasaporte, empiezo a aflojarme las zapatillas marcadas por los infatigables días. Pero algo pasa. Con el rostro todavía bajo atino a percibir que la cameriera teclea sobre su computador algo nerviosa. No quiero levantar la cabeza pero reconozco que hay una pequeña extraña mueca en el rostro de ella. Prefiero no mirar pero de reojo miro, y advierto un rictus incómodo definitivo, la señal inequívoca de un problema letal. Y el problema es mío. Y es del aquí y ahora. Oh no. Tenemos un pequeño inconveniente, me dice. Parece que hay un error, y que el cuarto está reservado y disponible recién a partir de mañana. Todo vuelve atrás entonces. Debo retomar presto el punto de partida, esto es decir, otro día más en hotel con habitaciones desnudas de mala muerte junto a la estación de tren en pleno barrio de las prostitutas. Oh no, “Mannagiaipescicani” -digo, por decir algo.
Venecia sin ti. Frente al inesperado día libre, decido aprovechar la afrenta del destino. Salgo de mi otro-hotel-junto-a-estación-de-tren- y tomo el primer inter-ciudades que parte rumbo a Venecia. Lo hago escandalosamente temprano, y puedo llegar a destino a primerísima hora de la mañana, cuando las calles aún muestran destellos repiqueteantes de luna; el rumor tímido de los canales todavía se escucha; y las ventanas cerradas adormecidas esperan las primeras luces del día. Cómo describir Venecia en una sola palabra?: Ah!
Olavi Virta. Estamos de vuelta. Empieza el seminario que me trajo hasta aquí en Trieste. A quien primero encuentro es al amigo Kaarlo T., el filósofo del derecho finlandés. Hablamos de Sibelius, hablamos de vodka, hablamos de Aki y Mika Kaurismaki, hablamos de la melancolía ruso-argentina, pero sobre todo hablamos de Olavi Virta, el zorzal finés, el Gardel del Norte, el ídolo del pueblo campesino, el que murió como buen finés –de qué otra manera- en un exabrupto de alcohol. Olavi Virta, estamos contigo.
Contro Berlusconi. Inesperadamente, aparezco en el diario de Trieste, en nota que me muestra en foto como arengando al popolo de Italia. En el título de la noticia salgo diciendo, en un italiano que no es el mío, “avete un deficit di democrazia popolare”. Qué vergüenza. (Pienso, por otro lado, que también es una vergüenza cómo he transformado mi italiano, de napolitiano a friuliano, en apenas un día: es que el italiano del Norte es tan gracioso que una fuerza extraña incontenible me compele a imitarlo).
Un orden jerárquico. Los participantes del seminario, en su gran mayoría italianos, son amigables y están bien preparados. Hay sin embargo, como siempre en Italia, un aire de jerarquía inexpugnable que recorre las relaciones entre profesores y estudiantes; entre profesores titulares jóvenes y profesores titulares “históricos.” Cuando pensaba en esto, me llega el relato mítico de una de las glorias menos queridas de la Universidad local (ya no está aquí), Giorgio S. Parece que Georgio obligaba a sus alumnos a aprender de memoria los centenares de artículos del Código Penal italiano. Il disgraziato tomaba examen con rostro distante altanero y preguntando solamente números: 243; 456; 128. Quienes la pasaron peor, sin embargo, fueron los de la “generación intermedia,” los que vivieron la transición entre el viejo y el nuevo Código. En esa etapa, Giorgio preguntaba, indistintamente, por el articulado del viejo Código y el articulado del nuevo.
El reino de Illy. Llegué a Trieste algo mal predispuesto. Está claro que mi amor por Italia no reside en el Norte, que el Norte perfumado me genera resistencias. Qué voy a hacer aquí, en estos días de seminario? –me pregunto. Sin embargo, como suele ocurrir, apenas llego y los prejuicios comienzan ya a tornarse más complejos, y así también, lentamente, a disolverse. El primer golpe lo recibo en el hermoso café San Marcos, en el que todavía se puede ver regularmente a uno de los célebres habitantes de la ciudad: Claudio Magris. Y enseguida un segundo: Trieste es residencia de una célebre familia húngara, la de los Illy, la del café. Los Illy parecen reinar en Trieste. De hecho, el nieto Riccardo Illy llegó a ser alcalde de Trieste y presidente de toda la región. El café aparece por todos lados, y en todos lados es excelente. Esto es tremendo! (La sensación es la misma que me provoca el confrontar con la familia-helados Bahillo, en Gualeguaychú –una familia que también llegó a la intendencia de la zona, y que creció de la mano de buenas heladerías en toda el área. Cómo no entregarse a la ciudad, entonces, frente a la naturaleza jurídica y contundencia alimenticia de los hechos? Así no vale. Así pierdo toda capacidad crítica. Me cortan las piernas).
Pasticceros. La cuestión no termina sino que recién comienza, con el buen café. No se trata, solamente, de que Trieste tiene una gran cultura cafetera, y grandes cafeterías, austriacas en carácter. Se trata de que, además, los triestinos son fanáticos de los buenos dulces. En la materia, radicalizan el talento gastronómico italiano, lo cual es decir demasiado, y lo manifiestan en una variedad de dulces inenarrable. Me comprometo por ello a un breve ejercicio de periodismo débil: Cuando la sesión del seminario termine, pasaré por la primera pasticceria que encuentre, y tomaré simplemente nota de lo que tengan expuesto. Cumplido mi cometido, aquí va la lista de lo expuesto en un local situado a pocos metros de la sala-seminario. La tienda ofrecía, sin repetir y sin soplar:
Frolle, frolle e crema; castrini; spitz; linzer; sfogliatelle; krapfen; trecce; brioche; pinza; presnitz; putizza; savoiardi; cannoli; crostata; brasiliani; stage; curabaie; genovese; polentina; pinolate; cornetti; coco amari; maccaroni; sacher; granatine; marzipane; ramandorline. Y cada muestra de dulce, una pieza de artesanía. Increíble.
(De todos modos, mi Pasticceria favorita es la Pasticceria Pirona, y hacia allí me dirijo).
Joyce en Trieste. La historia de la literatura tiene claras algunas cosas: 1) El irlandés James Joyce vivió más de diez años en Trieste. 2) Joyce era habitué de la Pasticceria Pirona. 3) Joyce comenzó a escribir el Ulises en Trieste. Yo agrego dos puntos adicionales, para mí innegociables, ajenos a cualquier controversia: 4) Joyce decidió viajar desde Irlanda hacia Italia, e instalarse en Trieste, PARA poder ser habitué de la Pasticceria Pirona (y sólo eso explica sus larguísimos años en la ciudad, y–seguramente también- la extensión del Ulises); y 5) Joyce, sin tiempo que perder, empezó a escribir el Ulises luego de mojar un cannoli de la Pasticceria Pirona en su café de la Pasticceria Pirona. De estos hechos no tengo la mínima duda. De todo lo demás sí.
foto2: venezia per me
foto1: potencia friuliana (Venecia)
Vienen por todo
Apuntes italianos. XII. Mar, bananas y pan blanco
El Norte es lo dicho y sabido, pero también ...También, por caso, un Paolo Conte. Otro gran “lobo estepario” de la intelectualidad italiana de hoy (ya mencionamos a Darío Fo –“Muerte accidental de un anarquista”, y a Nanni Moretti –“Io sono un autárquico”) Paolo Conte es de los pocos y grandes músicos que ha dado la Italia contemporánea (digamos, la música contemporánea italiana es a la música, lo que la pasión amorosa germánica es a la pasión amorosa). Este Tom Waits italiano es un verdadero “cafone”: malhumorado, escéptico y cínico, crítico de todo. En un maravilloso libro sobre él, que acaba de aparecer (“Tutto un complesso di cose”), el músico y compositor italiano da un largo reportaje en donde se interna sobre su rica biografía, en torno a la cual tiene una mirada ocultamente llena de poesía. Cuenta de su carácter solitario, de los pocos amigos que tiene y a los que escoge por afinidades elementales: “El gusto de dar cuatro patadas a una pelota lo comparto con quienes sienten el mismo placer que yo.” Cuenta de su experiencia de niño, durante la guerra; el encuentro asombrado con los norteamericanos que venían con “i chewing gum, le vitamine, le sigarette diverse”; de su abuelo corriendo a los ingleses que querían ocuparle la fábrica, arma en mano; de sus ganas de protestar. Cuenta de un hecho que lo conmovió como pocos en su vida: cuando su madre lo llamó para decirle que mire por la ventana, para mostrarle cómo los alemanes desalojaban Asti, su pueblo. Dice don Paolo: los alemanes se iban “tutti in fila, silenziosi, ben allineati, in ordine como solo i Tedeschi sanno essere.” Ésa fue la imagen que guardaría para siempre, la que lo marcaría por siempre, la que simbolizaría para siempre que la guerra había terminado.
Cuenta también de cuando, a los nueve años descubrió, en un viaje mágico, en camioneta por el interior de Italia (la camioneta de un amigo de la familia, Ferruccio, que luego moriría en la Argentina –no aclara cómo), tres cosas de las cuales siempre le había hablado su madre: el mar, las bananas y el pan blanco. “Un viaje extraordinario, que duró siete u ocho horas,” agrega. Don Paolo viajaba en la parte de atrás del auto, al descubierto, y rodeado de mujeres amigas de la familia.
Cuenta de su amor por el jazz; de sus tíos, de sus padres; de sus abuelos. Cuenta de cómo se recibió de abogado. Cuenta de cómo amaba la música de George Brassens; del modo en que Charles Aznavour influyó en su vida artística; y de cuánto admiraba a Atahualpa Yupanqui (“un genio…que me hizo descubrir la ternura que puede existir entre un músico y sus canciones”). Es bueno saberlo allí, disconforme; con esa resistencia tan italiana a tomarse las cosas demasiado en serio; riéndose por lo bajo, de los demás y de sí; quejándose, algo molesto con todo, sin saber bien por qué; con la persistente, permanente certeza de que algo no está bien con todo esto.
foto: un pájaro en la escalera (Venecia)
13 oct 2011
Intelectuales con Binner
Apuntes italianos. XI. El olor del Norte
Fueron los rostros en el sur, y esa manera tan hermosa de hablar; fue la luz tan blanca sobre las paredes en Roma; fue la campaña plena de vida y dadora de vida, de la Toscana; y ahora es el olor del Norte. Fue inmediato, acercarse al Norte –Florencia, ahora Padua, hacia Trieste- y el olor ya ocupó todo el espacio: perfumes, ropas refinadas, gente elegante, locales aromatizados, comidas elaboradísimas. Todo el aire se torna así artificial, falso. No son buenas noticias: es éste, para mí, el olor de la Liga Lombarda. La Liga Lombarda y todo lo que ella representa, y no lo tolero, tengo que hacer un esfuerzo para sobreponerme a él, y no puedo. No se trata de un prejuicio ideológico, no se trata de una elaboración intelectual, no se trata de una “idea”: es el estómago que rechaza estos nuevos olores –y en sus decisiones, ya que no en las mías, confío. Se trata de una reacción que me sitúa a la defensiva y me provoca un ánimo bélico, de llevarme la mano a la cintura. Despierta mi adormentado y normalmente tierno instinto asesino. Me viene a la memoria, entonces, la frase “picante” de uno de los mentores de la “Lega”, hablando -no es por azar- del olor inaguantable de los que llegaban del sur: “Hay que desinfectar los trenes después de que se suben estos,” decía. “No se bañan nunca, se sacan los zapatos en el tren, se quedan descalzos. Insoportable. No tenemos por qué aguantarlo”. Lo que me sucede a continuación de que recuerdo este recuerdo es curiosísimo, pero no increíble: estoy escribiendo esto mismo, en el tren, y escucho a la cuarentona lombarda, sentada aquí frente a mí (rubia, alta, sofisticada, feamente ornamentada), diciendo a su madre (y no miento), “pero qué olor que hay en este tren.” Acto seguido -yo no salgo de mi asombro- toma una pequeña botellita con perfume, vuelca un poco entre sus manos (huele muy bien), y se las refriega, moviendo la cabeza, como negando, como no pudiendo creer la situación que la tenía atrapada ella y, supongo también, la situación que tenía atrapada a toda Italia, desde la llegada de estos, nosotros.
11 oct 2011
Reformar (otra vez) la Constitución
Las Constituciones más importantes en la historia jurídica americana fueron, sin ninguna duda, las que tuvieron como objetivo poner fin o confrontar a algún drama nacional fundamental. Es decir, se trató de Constituciones que no aparecieron fundadas en razones egoístas o de cortísimo plazo (típicamente, la reelección del presidente de turno). Muchas de entre aquellas interesantes Constituciones aparecieron en los momentos “fundacionales” de la vida jurídica americana. La Constitución de los Estados Unidos, por caso, tuvo por objetivo central ayudar a terminar con (lo que se describía como) el drama de las “facciones.” En tal sentido, toda la estructura del “sistema de frenos y contrapesos” que crea dicha Constitución, puede explicarse como dirigida a ese objetivo crucial: evitar las opresiones facciosas. En la Argentina, Juan Bautista Alberdi propuso dirigir la energía constitucional a terminar con el drama del desierto y el consiguiente atraso económico. Por ello, quiso que la Constitución expresase un claro compromiso con la inmigración (europea), y definiera parámetros de (lo que él consideraba como) garantías económicas apropiadas. La Constitución mexicana de 1917, por su parte, mostró una toma de partido -hasta entonces nunca vista en el mundo- con la cuestión de los derechos sociales: se trataba de reclamos básicos, de histórica relevancia, impulsados desde las mismas trincheras revolucionarias.
Desde entonces a hoy, hubo pocas Constituciones e intentos de reforma constitucional que se tomaran en serio las exigencias del constitucionalismo. Tendieron a prevalecer, muy habitualmente, las preocupaciones circunstanciales del gobierno de turno: servirse a sí mismo, antes que a algún interés nacional impostergable. Sin embargo, hubo excepciones. En los años 80, por ejemplo, muchos constitucionalistas americanos y europeos parecieron ponerse de acuerdo en que la Constitución debía y podía dirigirse a enfrentar, ante todo, al gran mal americano del siglo xx: los golpes de estado. Y, con razón o sin ella, tendieron a coincidir en que había al menos un elemento clave en la Constitución, que parecía funcional a la producción recurrente de golpes de estado: la existencia de presidentes todo poderosos. La idea esencial era que, como el sistema híper-presidencialista no ofrecía “válvulas de escape” frente a las crisis, ante los problemas serios que un gobierno enfrentaba, la “válvula” que el sistema hacía saltar era la del presidente, con lo cual tendía a quebrarse el sistema democrático. Insisto: aquellos analistas podían tener o no razón en sus estudios, pero el punto era interesante, y su preocupación fue, sobre todo entonces, absolutamente pertinente.
Más contemporáneamente, una Constitución nueva como la de Bolivia –tremendamente imperfecta en sus detalles- también se mostró, desde un comienzo, comprometida con un drama nacional urgente, y de enorme importancia en la historia del país: el drama de la marginación política, económica, cultural de los indígenas. Otra vez, excepcionalmente, encontramos allí un buen ejemplo de una Constitución que, al menos, supo ganar sentido identificando y saliendo a combatir una de las grandes tragedias constitucionales del país.
En la Argentina actual, vuelve a detectarse en el aire el olor de la reforma constitucional. Sin embargo, otra vez, y como en la época del menemismo, el gran riesgo es volver a encarar un proceso de reforma con el único objetivo de satisfacer los caprichos auto-celebratorios o los delirios imperiales de los gobernantes de turno. En el mejor de los casos, la propuesta o la excusa es la de retomar discusiones que eran más pertinentes en los años 80, es decir en los tiempos de la inestabilidad democrática.
De mi parte, si se me preguntase una opinión sobre el tema de la reforma, diría que para tener una buena reforma lo primero que deberíamos hacer sería rechazar las iniciativas movidas por las ansiedades cortoplacistas de algunos; para plantearnos, en todo caso, qué drama fundamental tenemos frente a nosotros, que la Constitución puede ayudarnos a resolver. Propongo una respuesta: el drama de la desigualdad. Y propongo también alguna solución, para enfrentar ese drama: poner a la Constitución al servicio de la democracia política y la democracia económica. Es decir, orientar la Constitución a devolverle poder al pueblo, antes que a ofrendarlo y sacrificarlo, otra vez, en el altar de la autoridad salvadora.
foto: quelle faccie un po cosi (Florencia)