Aprovechando la estadía, quise ponerme un poco al tanto del cine italiano. Vi, sobre todo, dos películas que –no necesariamente por sus virtudes- me dejaron pensando: Terraferma, de Emanuele Crialese (el director de la gran Respiro); y El viaje del cartón, del mítico Ermanno Olmi (autor de la increíble El árbol de los zuecos). Ambas películas me resultaron más bien malas: la de Crialese por mostrar a su director llegando a una cierta meseta de sequía creativa (una pena, luego de aquel valle fértil que fuera Respiro); la de Olmi, por mostrar rasgos de ingenuidad política conmovedores. Ambas, sin embargo, reflejaban un tema común –el mismo drama- y lo hacían recurriendo a una misma metáfora que apelaba al derecho. Me refiero entonces, brevemente, a ambos temas.
El drama de Italia: cada país (supongo, como cada persona) vive en diálogo con su propio pasado. Cada país (como cada uno) toma, impensadamente, algún o algunos dramas que lo han conmocionado, y actúa en conversación con -reproduciendo o tratando de escapar de- dicho drama. Pongamos, la Argentina política de estos días tiene todavía en la memoria a la crisis del 2001; como la Argentina política de hace algunos años tenía en mente a la dictadura. La vieja Italia, la que yo conocí de niño, estaba en diálogo permanente con la guerra. Los cineastas, por supuesto, reflejaban esa obsesión en sus películas, que podían ser sobre, contra, a favor, en lágrimas, en recuerdos, en comedia, en repudio de, pero siempre, directa o indirectamente sobre, la guerra. Hoy, el drama es el de la inmigración clandestina, un tema que se filtra –como la inmigración- a través de cada pared, a través de cada baldosa. Los de “la Lega” y sus partidarios hablan todo el día sobre esos inmigrantes, para convertirlos en refugio de todos los males de Italia; mientras que los progresistas hacen lo propio, para defender la dignidad de aquellos; o los cristianos lo suyo, para tratar de alentar hacia ellos la caridad religiosa. Los cineastas, obviamente no escapan del tema. Un cineasta progresista, como Crialese, quiere aproximarse a la cuestión en clave colectivista-reflexiva; un cineasta religioso, como Olmi, lo hace en clave trascendente-piadosa (en ambos casos, para peor, recurriendo a algunos reiterados, esperables golpes bajos, como el de “clandestina negra, hermosísima, con niño famélico a cuestas,” o errores de bienpensantes del tipo “clandestino que de repente habla un italiano perfecto, aunque con acento africano”).
La afrenta al derecho: aunque se trata, como decía, de dos películas más bien malas, ambas muestran un sorprendente dato común, muy interesante, sobre el que querría seguir pensando. En ambos casos, los directores ponen al derecho "del otro lado," "como enemigo" y, notablemente, confrontan con él a partir de las “leyes propias”, de la naturaleza, a las que el derecho injusto no estaría respondiendo –y de allí la injusticia. Se trata de la vuelta al histórico debate iusnaturalismo-positivismo, pero esta vez en clave cinéfila. Crialese, por caso, contrapone al derecho real, injusto, con el “derecho del mar”. Entonces, el viejo marino bueno, grandote, barbado en blanco, humanista, se enfrenta con el grupo de policías que lo reprochan, por haber ayudado, con su barca, a los clandestinos. Cuando los policías citan la implacabilidad de las leyes que deben aplicar de modo riguroso, aunque a ellos no les guste (positivistas ideológicos al máximo!), él les dice (algo así como): “pero el derecho que ustedes quieren aplicar desconoce las leyes del mar, que nos dicen que la gente del mar no puede abandonar a nadie al que vea muriendo en las aguas.” En la película de Olmi, aparece una situación (anti-positivista, iusnaturalista) idéntica, en versión religiosa. Aquí, el viejo cura bueno, grandote, barbado en blanco, humanista, se enfrenta con el grupo de policías que lo reprochan, por haber ayudado, desde su Iglesia, a los clandestinos. Cuando los policías citan la implacabilidad de las leyes que deben aplicar de modo riguroso, aunque a ellos no les guste (positivistas ideológicos también al máximo!), él les dice (algo así como): “pero el derecho que ustedes quieren aplicar desconoce las leyes de la casa de Dios: aquí los que entran deben ser tratados como huéspedes del Señor.” El derecho, otra vez, queda puertas afuera, y certificado como injusto por su incapacidad de reconocer, incorporar y expresar, las siempre verdaderas leyes de la justicia natural. El eterno debate positivismo-iusnaturalismo, revivido con el lenguaje del cine. Remarcable.
foto: poliziota a siena
2 comentarios:
Qué buena foto!
Buenísimo.
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