10 oct 2011

Apuntes italianos. IX. Hubo amor/ E piove piove sul nostro amore


Llego al punto del viaje en que aparece el riesgo de tomar decisiones, primariamente, en función de las historias que uno imagina derivadas de ellas. El hecho es: llamo por una cama, para la noche que viene, a un monasterio en San Gimignano. Llamo a las 8, llamo y llamo, también más tarde, pero nadie atiende. Qué raro me digo. Pruebo sobre las 10 de la mañana y ahí sí consigo comunicarme. La excusa del monasterio es reforzar el aspecto “retiro espiritual” de mi recorrido. Pero la historia, desde muy temprano, ya se me aparece. Me atiende una monja, que creo se burla de mí por el hecho de estar haciendo una reservación a esta altura del año, en ese lugar (la impresión se confirma cuando me está por cortar y le pregunto, presuroso: “pero cómo, no necesita saber mi nombre para tomar la reserva?” Y ella: “y dale, si tanto querés decirme tu nombre, decímelo”). El hecho es: aviso que llego sobre el mediodía. La monja me dice que no, que a esa hora no, porque al mediodía preparan la comida. Yo, de inmediato: “Ningún problema, llego a la tarde!” “No,” me dice ella, “a las 5 rezamos, así que tendría que venir entre las 330 y las 5.” “Muy bien,” le digo yo, algo asombrado, “ahí estaré.” “Sí,” me responde, “pero si llega más tarde, nunca después de las 7, porque ahí dormimos.” Caramba, me digo.


Vengo del convento. La extraña monja con la que había hablado por teléfono me atendió entonces, bien acomodada detrás de su escritorio de madera oscura. Aparentemente, ella era la encargada de relaciones exteriores del convento de clausura. Trataré de no exagerar: ella era extraordinaria. Me estaba esperando allí, con sus brazos enormes, su sonrisa amable, sus ojos claros. Cuando me ve, me reconoce, me mira, e inquieta me dice: “Qué has estado haciendo, el rostro tan cansado?” Improviso algo, tratando de no mentir en un lugar semejante. Me pregunta luego: “Y cómo supiste de este convento?” Y yo: “Ah, pero justo eso no puedo decirlo. Es un misterio!” Y ella: “Eh, sí. La vida está llena de misterios.” Trataré de ser prudente: ella era única. Al rato ya me cuenta de unas tucumanas hermosas que habían andado por allí justo el día anterior –bonitas, vivarachas, enérgicas, inteligentes - me dice despertando mis mejores instintos. Me cuenta también de una pareja de australianos que se había ido del lugar sin pagar, y de una australiana que se había alojado allí poco después, y que –horrorizada por el hecho- había pedido pagar lo adeudado por los bribones: necesitaba mantener sin máculas el honor de Sidney capital. Hablamos de mi seminario futuro en Trieste, y de su encierro pasado en un convento en Trieste. Hablamos de comida, cómo evitarlo. Hablamos de la ciudad, regada de turistas. Hablamos del ruido del mar, escondido tan lejos (a la monja le brillaban los ojos al recordarlo). Luego, ella me acompaña hasta mi habitación austera iluminada por el sol que entra apenas por la ventana entreabierta y que pone a reposar sombras geométricas sobre mi modesta cama envuelta en sábanas de un hilo finísimo, de color blanco. Se trata de una habitación con cinco camas muy simples, que quedaría esa noche entera toda para mí solo. Le prometo que haré lo posible por dormir un poco en cada una de las camas, cosa que no le causa mucha gracia. Yo, a esta altura, ya era “il aryentino,” un apelativo que apenas surge me coloca ya en una situación incómoda, insoportable. (Por lo demás, cómo representar a 30 millones de argentinos en un convento de clausura?) Seré entonces concreto. Trataré de mantenerme estricto en el difícil camino de la verdad absoluta: hubo amor, y el amor fue mutuo. Afuera, empezaba a llover.


foto: amor en san gimignano

8 comentarios:

PIC dijo...

http://www.monasterosangirolamo.it/index.php?p=ritiro

Cuánto cobran el día?

Anónimo dijo...

Pagá las cuentas. No te robes un juego de sábanas. Y no aceptes si te quieren contratar de Madre Superiora.

Alicia dijo...

que lindo relato!

Anónimo dijo...

Y cómo no va a ser mutuo, me pregunto ¿es posible no quererte?

Bellísimas las crónicas, no dejes de escribirnos.

Anónimo dijo...

Roberto,
Decís 30 millones de argentinos !!!
Jajajajaja, te quedaste en los 80 !!!
(A mi me pasa lo mismo).
Forza. Enric

Sebastián Aguirre Astigueta dijo...

Muy bueno roberto. Estoy embobado con tus crónicas. saludos desde Salta

Sebastián Aguirre Astigueta dijo...

Muy, pero muy buenas tus crónicas de Italia. Saludos Roberto, desde Salta

gracia dijo...

una belleza estos diarios ...